AMIGO
| El amor recíproco y desinteresado.
El amor recíproco y
desinteresado es una de las características de la amistad que en la Biblia se
nos describe en algunas páginas verdaderamente inmortales, pero que, dado el
carácter sobrenatural que inspira muchas de las amistades de la Escritura, no
pueden ser entendidas solamente en su vertiente psicológica (1 S. 18 ss).
Entre los paganos, al
amigo se le amaba como a la «mitad de mi alma», en decir de Horacio («animae
dimidium meae»); pero «el alma de Jonatán se apegó a la de David y le amó
Jonatán como a sí mismo...; le amaba como a su alma, como a su propia vida» (1
S. 20:17). Por esta amistad tierna y conmovedora el joven David lo arriesga
todo y salva la vida del amigo frente al propio padre, Saúl, que se siente postergado
y celoso (1 S. 20:30).
Esta amistad es sellada
con un pacto y juramento de renovada ayuda (1 S. 20). El libro de los
Proverbios y la literatura sapiencial dan consejos sobre la manera de
conseguir, seleccionar y tratar a los amigos: elige al amigo entre muchos,
ponle a prueba antes de confiarte a él, porque nada vale tanto como un buen
amigo, que es «el otro tú»; ayúdale cuanto puedas y no lo traiciones nunca,
porque la traición (bien sea el desamparo, la murmuración o la revelación de
secretos) no es compatible con la verdadera amistad. Viejo amigo, vino añejo,
gozo y gracia que Dios concede a quienes le aman: «Feliz quien encuentra un
amigo de verdad.» La amistad entre los hombres y Dios es posible por medio de
Jesucristo (Pr. 13:20; Jn. 3:16; 11:3, 11; Mt. 11:19; Lc. 12:4).
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