AMÉN|
Término que indica una intensa afirmación o acuerdo.
(Heb, «amen»). Término
que indica una intensa afirmación o acuerdo. La primera mención de ella en las
Escrituras es en el pasaje en el que la mujer de cuya fidelidad sospechaba el
marido debía beber de las aguas amargas y dar su asentimiento a la maldición
pronunciada sobre ella en caso de que fuera culpable, diciendo amén, amén (Nm.
5:22).
También se usó como
asentimiento por parte del pueblo, al pronunciarse las maldiciones desde el
monte Ebal (Dt. 27:14-26). Cuando David declaró que Salomón debía ser su
sucesor, Benaías dijo: «Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey» (1
R. 1:36). Igualmente, cuando David trajo el arca, y cantó un salmo de acción de
gracias, todo el pueblo dijo amén, y alabaron al Señor (1 Cr. 16:36; cp.
también Neh. 5:13; 8:6).
En un caso la
exclamación no significa más que «ojalá». Hananías había profetizado falsamente
que en el espacio de dos años completos todos los vasos de la casa de Jehová
serían devueltos de Babilonia; a esto Jeremías dijo: «Amén, así lo diga
Jehová.» Aunque sabía que se trataba de una falsa profecía, bien podía desear
que pudiera ser así (Jer. 28:6, y ver el resto del pasaje). Se añade amén al
final de los primeros cuatro libros de los Salmos (Sal. 41:13; 72:19; 89:52;
106:48). En estos casos no se trata de un aceptar lo que se ha dicho, sino que
el escritor añade amén al final, significando «sea esto así», y se repite tres
veces. Se traduce como «amén» siempre en el AT, excepto por dos ocasiones en
Is. 65:16, donde se traduce «de verdad».
Hay una palabra hebrea
relacionada, que significa «creer», y que se usa en relación con Abraham (Gn.
15:6). En el NT se añade frecuentemente a la adscripción de alabanza y de
bendiciones (p. ej., He. 13:21, 25). Como respuesta se usa también en diversos
pasajes (p. ej., 1 Co. 14:16; Ap. 5:14; 7:12; 22:20). Hay otra manera en la que
se usa la palabra: «Porque todas las promesas de Dios son en él sí (esto es, la
confirmación), y en él amén (la verificación), por medio de nosotros, para la
gloria de Dios» (2 Co. 1:20); también «He aquí el amén, el testigo fiel y
verdadero, el principio de la creación de Dios» (Ap. 3:14).
Así como hay respuestas
en el cielo, como se ve en algunos de los pasajes anteriormente citados, así
también debiera haber respuestas en la tierra en las congregaciones de los
santos, no limitándose a una mera audición de la alabanza y de las oraciones.
Es la palabra que usa constantemente el Señor para introducir Sus
declaraciones, y que se traduce «de cierto» (p. ej., Jn. 6:26).
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