Deuteronomio
Sinopsis
del Antiguo Testamento es un estudio sintético
de cada uno de los libros del Antiguo Testamento: Se examina el propósito de
cada libro, quién fue el autor, cuándo y a quiénes se escribió. Se
identifica cuál es el mensaje de cada libro y cómo se relaciona este con los
demás. La meta de esta materia es darle al alumno un concepto panorámico
de la Biblia.
DEUTERONOMIO: LA LEY QUE LIBERA
por Ray C. Stedman
El
Deuteronomio es el último de los cinco libros de Moisés. Actualmente uno de los
pasatiempos de los eruditos y una supuesta señal de inteligencia es preguntarse
si fue Moisés realmente el autor de estos libros. Hay aquellos que afirman que
no fue él quien los escribió, sino que el Pentateuco fue compuesto por algún
editor desconocido que examinaba libros antiguos y resumió varias partes,
reuniéndolas en una colección.
Dicen que
lo que tenemos actualmente no es más que una colección de escritos de
diferentes autores cuyos nombres se han perdido y que el nombre de Moisés le
fue sencillamente añadido como si fuese el autor. Eso es lo que se llama la
teoría documentaría de las escrituras y todo el que estudie las religiones
comparativas en la escuela secundaria, BUP o en la facultad se verá expuesto a
ella.
Afortunadamente
es una teoría que ha sido bien contestada y descubierta como una falsedad. Pero
sorprendentemente, todavía está siendo enseñada en muchos lugares como si fuese
verdad. Recuerdo que el Dr. Ironside me dijo hace años que había escuchado a un
destacado orador liberal en la Universidad de Berkeley, en California, que dijo
algo por el estilo a los jóvenes que le escuchaban:
"Jóvenes,
estoy considerado, al menos en algunos círculos, como una autoridad en la
hipótesis documentaria de los libros del Antiguo Testamento conocidos como el
Pentateuco y me hacen muchas preguntas acerca de los llamados libros de Moisés.
Es mucho lo que se dice acerca de los resultados de las altas críticas y los
críticos nos dicen que ya es seguro que Moisés no escribió los libros que se le
adjudican. Pero quiero decir que después de haber examinado la evidencia muy
cuidadosamente y habiendo trabajado en este campo durante muchos años, mi
conclusión es que si los cinco libros de Moisés no fueron escritos por él,
debieron ser escritos por alguien que se llamaba Moisés."
El
concepto ordinario y habitual de que estos son los libros de Moisés es muy
auténtico. El libro de Deuteronomio es la última importante palabra escrita por
este poderoso hombre de Dios, justo antes de su muerte. Comienza con una
palabra acerca de Moisés y diciendo que transmitió estas palabras a Israel más
allá del Jordán, en el desierto de Araba, y finaliza con el relato de la muerte
de Moisés. Dice que Dios ordenó a Moisés que fuese al Monte Nebo, que daba
sobre la tierra prometida, pero por causa de su desobediencia a Dios al golpear
una roca con una vara en lugar de pedirle de palabra que diese agua para el
pueblo en el desierto, no se le permitió la entrada a él en la tierra, pero
pudo subir al monte y verla. Y aunque no había la menor señal de deterioro en
su cuerpo físico, murió y Dios le enterró allí y ningún hombre sabe dónde está
enterrado Moisés.
Pero
antes de desaparecer, predicó este impresionante mensaje del que ha quedado
constancia en el libro de Deuteronomio. Este gran mensaje fue pronunciado al
final de los cuarenta años de vagar por el desierto. Esta era una nueva
generación de personas, que habían acampadas justo a la otra orilla del Río
Jordán, no muy lejos de la Ciudad de Jericó. El mensaje está enfocado hacia el
futuro, cuando disfruten de la tierra en la que se disponían a entrar. Ya ha
quedado atrás el desierto y están listos para entrar en la tierra de Canaan.
Permítanme
que les recuerde que estos cinco libros escritos por Moisés son lo que
podríamos llamar las ayudas visuales de Dios para demostrarnos lo que nos está
sucediendo en nuestras propias vidas espirituales. Al guiar Dios al pueblo de
Israel, sacándoles de Egipto, a través del desierto y hacia la tierra de
Canaan, reproducen en su viaje exactamente los mismos problemas, los mismos
obstáculos, tienen los mismos enemigos y obtienen las mismas victorias que
encontraremos nosotros durante todo el curso de nuestro recorrido de nuestra
vida espiritual.
La
esclavitud a que estuvo sometida Israel en Egipto es la misma esclavitud al
mundo que experimentamos nosotros antes de ser cristianos. Y la tierra de
Canaan, donde fluye la leche y la miel, es una imagen de una vida de continua
victoria, que puede ser nuestra en Cristo. Todo ello es el método del que se
vale Dios para mostrarnos lo que está sucediendo en nuestra vida individual.
Si leen
ustedes el Antiguo Testamento con esta clave a mano, se convierte sencillamente
en un libro lleno de luz. Cada uno de los relatos que encontramos en él tiene
una relación directa con nosotros y encierra maravillosas lecciones que podemos
aprender. En mi propia experiencia, no pude entender las poderosas verdades
declaradas en el Nuevo Testamento hasta que las contemplé visualmente
demostradas en el Antiguo Testamento. Al cobrar vida estas historias y ver de
qué modo se aplican a nuestra propia experiencia, las verdades del Nuevo
Testamento, que nos resultan tan familiares cuando las escuchamos, se
convierten en experiencia vivas, vibrantes y vitales.
El gran
sermón de Deuteronomio se divide en tres secciones. (Todo buen predicador tiene
tres puntos en su mensaje.) Los primeros cuatro capítulos examinan el amor y el
cuidado que tiene Dios de Israel en el desierto, aunque la mayor parte del
pueblo que esperaba entrar en la tierra solo había hecho parte del viaje por el
desierto porque eran solo niños cuarenta años antes, cuando Israel había estado
en Cades-barnea y se negó a entrar en la tierra. Muchos de ellos no son en esos
momentos más que jóvenes de entre veinte y treinta años y es preciso
recordarles lo que Dios ha realizado durante el recorrido por el desierto.
De modo
que la primera labor que tiene que llevar a cabo Moisés es recitarles el
maravilloso cuidado y el amor de Dios velando sobre ellos, al conducirles con
una columna de fuego por la noche y una nube de día, guiándoles por un desierto
impresionante y sin senderos. Cuenta de qué modo hizo Dios que saliese agua de
una roca para calmar la sed del pueblo en una región árida, enorme, donde no
había agua y cómo les libró de sus enemigos una y otra vez, cómo los alimentó con
el maná que nunca les faltó. ¡Imagínenselo! Durante cuarenta años Dios alimentó
a más de dos millones de personas cada día con el maná que caía del cielo. ¡Qué
maravillosa evidencia de su amor y su preocupación por este pueblo!
La
segunda división es un resumen de la ley. Los Diez Mandamientos aparecen en la
Biblia por segunda vez, comenzando en el capítulo cinco, en el versículo 27. En
él se mencionan las leyes relacionadas con el divorcio, la infidelidad y el
castigo que se imponía si se encontraba a alguien en una situación sospechosa.
Aquí se menciona además las penas que se imponen por idolatría, por brujería y
las advertencias que les hace Dios contra los espantosos hechos y costumbres de
las tribus que habitaban la tierra.
Es
esencial que entendamos que la tierra a la que llegó el pueblo estaba habitada
por un pueblo que se entregaba de lleno a costumbres lascivas y viles. El libro
de Deuteronomio es una poderosa revelación de que Dios esperaba que su pueblo
viviese en medio de una sociedad saturada por el sexo, entre gentes que se
dedicaban por completo a toda clase de costumbres malvadas. Creo que eso es un
estímulo para nosotros, ya que también a nosotros se nos pide que vivamos en
una sociedad así en nuestros días. A pesar de lo cual Dios esperaba que su
pueblo se mantuviese totalmente apartado de todas esas cosas y que fuese un
pueblo santo en medio de naciones de desenfreno sexual. Al final de esta
sección hay una recapitulación de las leyes sanitarias, que se encuentran
extensamente en Levítico.
La
tercera división del libro, del capítulo 27 hasta el 34, es una poderosa
revelación sobre el futuro, tanto en lo que se refiere a las bendiciones como a
las maldiciones que caen sobre Israel. En el capítulo veintiocho encontramos
una de las profecías más asombrosas de las que jamás ha quedado constancia.
Este pasaje profético es tan completo y asombroso en sus detalles como
cualquier otra profecía que encontramos en las Escrituras. Es una predicción de
toda la historia del pueblo judío, incluso después de que dejasen de ser una
nación y de ser dispersados por toda la faz de la tierra. Aquí hallamos toda la
historia de todo lo que ha tenido que pasar Israel durante esos siglos tan, tan
largos.
En primer
lugar, está la predicción acerca de la dispersión babilonia, cuando Israel no
escucharía a los profetas y se volvería a otros dioses, por lo que Dios les
enviaría a la cautividad. Esto fue algo que, como saben ustedes bien, sucedió
en tiempos de Nabucodonosor.
A
continuación está el anuncio de su regreso a la tierra y cómo, después de
siglos, caerían de nuevo en el terrible pecado de rechazar al Mesías. Una
nación extranjera vendría de occidente, los romanos, que habría de ser una
nación dura y cruel. Quemarían las ciudad, matarían a sus habitantes y los volverían
a dispersar, a los confines de la tierra.
Durante
muchos, muchos siglos Israel habría de ir de un lado a otro sin una patria,
pero Dios los reuniría de nuevo y se produciría una restauración final. Todo
ello ha sido profetizado con exactitud en el capítulo veintiocho de
Deuteronomio. Se han profetizado bendiciones por la obediencia del pueblo,
maravillosas bendiciones, pero también habría maldiciones que caerían sobre
ellos por desobedecer a la palabra de Dios.
Su título
es la clave del libro, porque Deuteronomio quiere decir "la segunda ley.
La primera vez que se entrega la ley fue en el capítulo veinte de Exodo, donde
encontramos los Diez Mandamientos. ¿Por qué fue necesario que el Espíritu Santo
diese la ley en dos ocasiones? ¿Por qué encontramos los Diez Mandamientos una
vez en Exodo y otra vez en Deuteronomio? Y todas las normas sanitarias y
dietéticas han sido reproducidas en Deuteronomio. ¿Por qué? El libro de Romanos
en el Nuevo Testamento nos enseña que la ley de Dios tenía dos funciones. En el
gran argumento que presenta Pablo en Romanos, también aparece en dos ocasiones.
Se presenta por primera vez en el capítulo uno y otra vez en el capítulo siete.
Y en el capítulo tres hay una afirmación concreta acerca de cuál es el
propósito de la ley.
La
mayoría de nosotros creemos que Dios dio la ley a la raza humana para impedir
que hiciésemos el mal y para obligarnos a hacer el bien. Si le preguntamos a un
hombre en la calle cuál es el propósito de los Diez Mandamientos, probablemente
diría: "es para evitar que hagamos el mal. Pero no es ese el motivo por el
cual fue dada la ley. La razón se encuentra en Romanos donde nos dice:
"Pero sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la
ley... ¿Por qué? "...para que toda boca se cierre y todo el mundo esté
bajo juicio ante Dios. (Rom. 3:19)
Ese es el
motivo por el cual fue dada la ley para comenzar. Fue dada al hombre a fin de
poner de manifiesto lo pecaminoso de sus actos. Porque el corazón humano posee
esta asombrosa facultad: no pensamos nunca que lo que estamos haciendo está
mal. Lo que está mal es siempre lo que hacen los demás, ¿no es cierto? Es
realmente sorprendente la cantidad de expresiones que tenemos al respecto.
Tenemos toda una serie de palabras que se aplican a lo que hacemos nosotros y
otra totalmente diferente, que se aplica a lo que hacen los demás.
Otros tienen
prejuicios, nosotros tenemos convicciones. Otros son agarrados, nosotros somos
ahorradores. Otros intentan ser mejor que el vecino, lo único que nosotros
intentamos es progresar. Y así hay una lista interminable. ¿Para qué sirve la
ley? La ley lo que hace es aplicar los mismos términos a todo el mundo. La ley
dice: "no matarás, no robarás, no codiciarás, amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y no tendrás otros
dioses. Y la ley es absolutamente imparcial en su aplicación.
Cuando nos
enfrentamos con la ley de Dios, ya no podemos seguir engañándonos. Tenemos que
admitir que lo que estamos haciendo está mal. Dios dijo que la ley existía para
que toda boca se cierre y no hay nadie que se atreva a afrentar a Dios y
decirle: "Bueno, puede que otros estén equivocados, pero aquí tienes a
alguien que lleva una vida limpia y moral. La ley dice: "¡No! porque todos
pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. (Rom. 3:23)
Por lo
tanto, la cruz de Cristo se convierte en la respuesta ante todo lo que hace el
hombre. Lo que hizo Jesús en la cruz es la solución por todo lo que hemos
hecho. El llevó nuestros pecados en su cuerpo santo sobre el árbol. Eso se
expresa con palabras maravillosas en los libros de Exodo y de Levítico,
sacrificando al cordero, la cabra, el buey, el carnero y otros animales. Son
imágenes de la sangre que derramó Jesucristo por nuestras transgresiones y por
los pecados que hemos cometido. No hay manera de que el hombre pecador pueda
tratar con un Dios santo, excepto mediante la paga, el rescate o alguna
justificación ante él por los pecados del hombre. La ley es la que hace que
seamos conscientes de este pago.
Pero la ley
aparece de nuevo en Romanos siete. El problema de nuestros pecados ha quedado
solucionado, ¿no es suficiente con eso? Una vez que descubrimos, gracias a la
ley, que lo que hacemos está mal a los ojos de Dios y que somos culpables ante
él, ¿no basta con eso? ¡No! La ley tiene otro propósito y Pablo nos dice:
"¿Qué,
pues, diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Al contrario, yo no
habría conocido el pecado sino por medio de la ley." (Rom. 7:7)
Aquí no
se habla de los pecados, sino del pecado. No se habla de lo que he hecho, sino
de lo que soy. De no haber sido por la ley, no hubiera sido consciente de que
me encuentro bajo la garra y la influencia de una filosofía extraña y satánica
que es pecado en sí.
Yo no
sabría lo que significa no codiciar de no haber sido porque la ley dice
"no codiciarás. "Pero el pecado, tomando ocasión en el mandamiento,
produjo en mí toda codicia. (Rom. 7:7-8)
Pablo
continua diciendo:
"Luego,
¿lo que es bueno llegó a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado,
para mostrarse pecado, mediante lo bueno produjo muerte en mí; a fin de que
mediante el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso."
(Rom. 7:13)
Dice que
no solamente se da cuenta de que he hecho cosas que merecen la justa ira de Dios,
sino que es verdaderamente un pecador y ha recibido a Jesucristo como el que ha
pagado el precio en la cruz, dejando de ese modo saldada la deuda contraida por
sus pecados.
Pero es
también la ley la que me hace entender que no solamente hago las cosas que
están mal, sino que lo que soy está mal a los ojos de Dios. La respuesta a
esto, la descubrimos en el libro de Romanos, y es la resurrección del Señor
Jesús porque él murió por nuestros pecados. Pero Pablo escribe:
"Porque
si, cuando eramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida." (Rom.
5:10)
He
aprendido que es la presencia de un Salvador vivo en mi corazón, que mora en mi
interior y que pone a mi disposición todo cuanto es, lo que es la respuesta a
lo que yo soy, que necesito lo que hizo por causa de lo que yo he hecho, pero
necesito lo que él es por causa de lo que yo soy y eso es lo que nos muestra el
libro de Deuteronomio.
Si leen
ustedes detenidamente todo el Deuteronomio se encontrarán en él dos temas
principales en todo el tratado, que no se encuentran ni en Levítico ni en
Exodo. El primer tema, de gran importancia, es la absoluta debilidad e
incapacidad del hombre, a pesar de que ha sido limpiado a fin de poder hacer
cualquier cosa por complacer a Dios, pero no hay nada que pueda hacer por sí
mismo porque sus esfuerzos sinceros y consagrados por complacerle de nada le
sirven.
"Los
que viven según la carne no pueden complacer a Dios, como dijo Pablo."
(Rom. 8:7) Juntamente con éste hallamos otro tema que corre paralelo, el tema
de la presencia continua de Dios, que es en sí mismo la respuesta a las
exigencias que nos hace la ley. El mismo habita en nuestro interior a fin de
que pueda él mismo satisfacer esas exigencias y lo que él nos exige, también lo
suple.
Leamos
unos cuantos pasajes para que ustedes mismos lo puedan entender. Primero en
Deuteronomio seis nos encontramos con el tema de la debilidad del hombre.
Moisés dice:
"En
el futuro cuando tu hijo te pregunte diciendo: ¿Qué significan los testimonios,
las leyes y los decretos que Jehová nuestro Dios os mandó?" (Deut. 6:20)
En otras
palabras, ¿por qué hacéis estas cosas? ¿Por qué lleváis a cabo todas estas
ceremonias? ¿Por qué matáis a estas ovejas, cabras y corderos? ¿Por qué vais al
tabernáculo? ¿Qué propósito tiene todo esto? Cuando vuestros hijos os lo
pregunten, ¿qué les diréis?
Entonces
responderás a tu hijo: Nosotros eramos esclavos del faraón en Egipto.
Comenzamos en ese punto, pues es lo que somos, no somos mas que esclavos.
"Nosotros
eramos esclavos del faraón en Egipto, pero Jehová nos sacó de Egipto con mano
poderosa. Jehová hizo en Egipto señales y grandes prodigios contra el faraón y
contra toda su familia, ante nuestros propios ojos. El nos sacó de allá para
traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres." (Deut. 6:21-23)
El nos
sacó con el propósito de llevarnos a la tierra. Estos son símbolos por medio de
los cuales Dios nos está enseñando lo que es preciso para sacarnos de Egipto y
llevarnos a la tierra. Esa era la explicación que debían darle a sus hijos.
Moisés
continua explicando:
"Porque
tú eres un pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para
que le seas un pueblo especial...."
Un pueblo
de su posesión en el que él mismo habría de habitar.
"...más
que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. No porque vosotros
seáis más numerosos que todos los pueblos, Jehová os ha querido y os ha
escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos. Es
porque Jehová os ama y guarda el juramento que hizo a vuestros padres, que os
ha sacado de Egipto con mano poderosa y os ha rescatado de la casa de
esclavitud, de mano del faraón, rey de Egipto." (Deut. 7:6-8)
No es
nada de lo que usted hiciese, porque no tiene usted nada y es Dios el que lo
hizo y no el hombre.
Y en el
capítulo nueve, elabora acerca de la idea:
"Cuando
Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, no digas en tu corazón: Por mi
justicia Jehová me ha traído para tomar posesión de la tierra....No es por tu
justicia, ni por la rectitud de tu corazón, que entras a tomar posesión de su
tierra. Es por la impiedad de estas naciones que Jehová tu Dios las echa de tu
presencia...Sabrás, pues, que no es por justicia que Jehová tu Dios te da esta
buena tierra para que la tomes en posesión, puesto que tú eres un pueblo de
dura cerviz." (Deut. 9:4-6)
Cerca del
final del libro, en el capítulo 29, Moisés dijo:
"Pues
vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto y cómo hemos pasado en
medio de las naciones por las cuales habéis pasado. Vosotros habéis visto sus
abominaciones y sus ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro, que tienen
entre ellos. No sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu,
cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios para ir a rendir culto a los
dioses de aquellas naciones... " (Deut. 29:16-18)
Después
de cuarenta años de aprendizaje por el desierto dice: "andaos con cuidado
porque no llegaréis nunca a una situación en la cual podáis salir adelante
solos. Nunca.
"...no
sea que haya entre vosotros una raíz venenosa y ajenjo y que al oír las
palabras de este compromiso solemne, se bendiga a sí mismo en su corazón
diciendo: Yo tendré paz, aunque ande en la terquedad de mi corazón."
(Deut. 29:18-19)
"...de
modo que arrase la tierra regada junto con la sedienta. Jehová no estará
dispuesto a perdonarle, sino que subirán entonces cual humo el furor y el celo
de Jehová contra este hombre, y sobre él se asentarán todas las imprecaciones
escritas en este libro. Jehová borrará su nombre de debajo del cielo."
(Deut. 29:20)
Como ven
ustedes, el hombre no podrá nunca salir adelante por su propia fortaleza porque
Dios no nos ha creado nunca tan fuertes como para que no le necesitemos. Nunca,
dependemos siempre de él. Esta es la importante lección que enseña
Deuteronomio, de la misma manera que se enseña en Romanos cinco al ocho.
Acompañando
a este tema esta la presencia continua de Dios como la fortaleza del creyente.
En el capítulo siete dice:
"Si
dices en tu corazón: Estas naciones son mas numerosas que yo; ¿cómo las podré
desalojar? No tengas temor de ellas. Acuérdate bien de lo que Jehová tu Dios
hizo con el faraón y con todo Egipto." (Deut. 7:17-18)
Cuando se
enfrenta usted con los problemas de la vida, con los gigantes, con las
dificultades y las diferentes pruebas se dice usted a sí mismo: "No tengo
fuerza en mi mismo. No puedo hacer esto. ¿Qué debería recordar usted? Que Dios
lo hace porque él está en su interior. Dios está ahí para hacer frente a ese
problema, está ahí para vivir y lo está para afrontar el problema en su vida.
"...acuérdate
bien de lo que Jehová tu Dios hizo con el faraón y con todo Egipto; de las
grandes pruebas que vieron tus ojos, de las señales y de los prodigios, de la
mano poderosa y del brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó. Así hará
Jehová tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia temes. Jehová tu Dios
también enviará contra ellos la avispa, hasta que perezcan los que queden y los
que se hayan escondido de ti. No desmayes ante ellos, porque Jehová tu Dios
está en medio de ti, Dios grande y temible." (Deut. 7:17-21)
¡Qué gran
declaración! Y en el capítulo ocho dice:
"El
te humilló y te hizo sufrir hambre, pero te sustentó con maná, comida que tú no
conocías, ni tus padres habían conocido jamás. Lo hizo para enseñarte que no
solo de pan vivirá el hombre, sino que el hombre vivirá de toda palabra que
sale de la boca de Jehová." (Deut. 8:3)
¿Le suena
conocido? Son las mismas palabras que dijo Jesús en el desierto, cuando le explicó
al demonio por qué no estaba dispuesto, no quería y ni siquiera podía, en ese
sentido decisivo de la obediencia, convertir las piedras en pan. Dijo "no
entiendes cómo vivo. No vivo haciendo grandes señales para que todos me miren
asombrados. El hombre no vive de ese modo. El hombre no vive "solo de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mat. 4:1-4)
Nos
encontramos de nuevo con el tema de la presencia de Dios:
"Vosotros
sois hijos de Jehová vuestro Dios: [por lo tanto] no sajaréis vuestros cuerpos
ni raparéis vuestras cabezas por causa de algún muerto. Porque tú eres un
pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová te ha escogido..."
Ahí es
donde habita, donde vive.
"...de
entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra, para que le seas un
pueblo especial..." (Deut. 14:1,2)
Incluso
en medio de las normas sanitarias para Israel, mediante las cuales da ordenes
al pueblo, gobernando hasta los más ínfimos detalles de sus vidas, dice:
"Tendrás
un lugar fuera del campamento y allá saldrás. Tendrás también en tu cinto una
estaca; y cuando vayas allí fuera, cavarás con ella y te darás vuelta para
cubrir tus excrementos." (Deut. 23:12,13)
¿Por qué?
"Ciertamente
Jehová tu Dios se pasea en medio de tu campamento, para librarte y para
entregar a tus enemigos delante de ti. Por eso tu campamento deberá ser santo,
de modo que él no vea en medio de ti alguna cosa indecente y se aparte de
ti." (Deut. 23:14)
La
presencia de un Dios vivo es el secreto de una vida satisfactoria.
El
capítulo 30 contiene uno de los pasajes más extraordinarios de la Biblia. Aquí
tenemos una maravillosa explicación de la "dinámica que mantiene la ley.
¿Qué es lo que hace posible que el hombre obedezca a la ley? En la primera
parte de este capítulo, Moisés se refiere de nuevo a la ley. Le habla a su
pueblo que la bendición que recibirá y les advierte acerca de las maldiciones
si desobedecen. Luego dice (en Deut. 30:11):
"Ciertamente
este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti..."
Todo
aquel que no da la talla dice: "Es inútil. La ley es demasiado difícil
para mi. No puedo hacer eso. Pero Moisés dice que no es demasiado difícil.
"...ni
está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al
cielo y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo
cumplamos."
Es decir,
¿quién puede acercárnoslo, de modo que pueda formar parte de nuestras vidas?
Escuchen lo que dice:
"Ciertamente
muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la
cumplas. ¿Qué quiere decir eso, sino la vida de Dios que mora en nosotros? Y
estas mismas palabras las recoge Pablo cuando escribe acerca de las dos
ocasiones en las que fue entregada la ley, la primera ley en Exodo y la segunda
en Deuteronomio:
"Moisés
escribe de la justicia que es por la ley. El hombre que hace estas cosas vivirá
por ellas. (Rom. 10:5)
Pero
Israel encontró totalmente imposible vivir conforme a la ley sobre esa base. De
modo que Pablo dice, citando de nuevo a Moisés, esta vez en Deuteronomio:
"Pero
la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al
cielo? (esto es para hacer descender a Cristo) ni ¿quién descenderá al
abismo?....La palabra está cerca, en tus labios y en tu corazón [es decir, que
la palabra de fe que predicamos; que si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás
salvo." (Rom. 10:6-9)
Ahí lo tenemos.
Las dos cosas importantes son la muerte del Señor Jesús y el resucitar de nuevo
de entre los muertos, haciendo que la vida esté al alcance de otros. Esto es lo
que Pablo llama "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Rom. 8:2)
cumpliendo mediante otro principio la justicia que exige la ley.
Ya conoce
usted la antigua ilustración del plano, la ley de la gravedad nos hace estar
continuamente sentados sobre nuestro asiento, pero la ley de la aerodinámica
vence la ley de la gravedad, aunque no la elimina, simplemente la vence.
Entramos sencillamente en un avión y nos sentamos. No es preciso que nos
agarremos al asiento, ni a los lados del avión para mantenernos en el aire una
vez que el avión ha despegado. Sencillamente tiene usted que confiar en que hay
una ley que funciona y que impide que cumpla usted la ley de la gravedad. Si
alguna vez se encontrase usted en una situación en la que pensase que se la
había aprendido usted y le dijese usted a la azafata: "¿Quiere abrirme la
puerta, por favor? Creo que continuaré solo estaría usted literalmente
"¡saltando a una conclusión!
Pero si
confiamos tranquila y continuamente en el hecho de que Dios es la provisión
suficiente de todo lo que requiere de nosotros, es posible cumplir la justicia
que exige la ley y eso es lo que enseña el libro de Deuteronomio. Se enseña
este principio a los israelitas, al menos como una sombra, de cómo vivir en la
tierra. El único libro que podía seguir es el de Josué, en el que el pueblo es
guiado a la tierra.
Nº de Catálogo 205
Deuteronomio
29 de Noviembre, 1964
Quinto Mensaje
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