400 Años
Sinopsis
del Nuevo Testamento es un estudio sintético de cada uno de los libros del
Nuevo Testamento: Se examina el propósito de cada libro, quién fue el autor,
cuándo y a quiénes se escribió. Se identifica cuál es el mensaje de cada
libro y cómo se relaciona este con los demás. La meta de esta materia es
darle al alumno un concepto panorámico de la Biblia.
LOS 400 AÑOS ENTRE EL ANTIGUO
Y EL NUEVO TESTAMENTO
por Ray C. Stedman
Al final
del libro de Malaquías en el Antiguo Testamento, la nación de Israel se
encuentra de nuevo en la tierra de Palestina después de la cautividad
babilonia, pero se encuentran bajo el dominio de la gran potencia mundial de
aquella época, el imperio persa y medopersa. El templo había sido restaurado en
Jerusalén, aunque era un edificio mucho más pequeño que el que construyó y
decoró Salomón con tan maravillosa gloria.
En el
templo la línea de Aarón seguía adorando y cumpliendo los rituales sagrados,
como les había ordenado que hicieses la ley de Moisés. Había una línea directa
de descendencia en el sacerdocio que podía trazarse retrospectivamente hasta
Aarón.
Pero la
línea real de David se había encontrado con una mala época. El pueblo sabía
quién era el sucesor legítimo de David y su nombre aparece en los libros de
Hageo, Zacarías y Malaquías. Era Zorobabel, el príncipe real, pero no había un
rey ocupando el trono de Israel y eran una nación marioneta, bajo el dominio de
Persia. Sin embargo, a pesar de encontrarse en una situación de debilidad y de
formalismo, como nos han mostrado los profetas, el pueblo seguía manteniéndose
unido. No había cismas políticos ni facciones entre ellos, ni estaban tampoco
divididos en grupos o en partidos.
Al abrir
el Nuevo Testamento en el libro de Mateo, descubrimos un ambiente totalmente
diferente, casi como si fuese un mundo distinto. Roma es el poder dominante en
la tierra y las legiones romanas se han extendido por todo lo ancho y largo del
mundo civilizado. El centro de poder ha cambiado del este al oeste, a Roma.
Palestina sigue siendo un estado marioneta, pues los judíos no lograron nunca
recuperar su soberanía, pero ahora hay un rey que ocupa el trono, pero este rey
es descendiente de Esaú en lugar de serlo de Jacob, y su nombre es Herodes el
Grande. Además, los sumos sacerdotes que son en esa época la autoridad religiosa
en la nación no son ya descendientes pertenecientes a la línea de Aarón. No
pueden trazar su descendencia a él, sino que son más bien sacerdotes
contratados para los cuales su puesto se debe al patrocinio político. El templo
sigue siendo el centro de la adoración judía, a pesar de que el edificio ha
sido parcialmente destruido y reconstruido media docena de veces desde el final
del Antiguo Testamento. Pero han aparecido las sinagogas por todas las ciudades
judías parecen ser el centro de la vida judía más que el templo.
Para
entonces el pueblo de Israel estaba dividido en tres partidos principales. Dos
de ellos, los fariseos y los saduceos, eran mucho más destacados que el
tercero. El grupo más reducido, el de los esenos, a penas merecía el nombre de
partido. Sin embargo, hace mucho tiempo que ocuparon un lugar de gran
prominencia en nuestro tiempo con una mayor importancia porque había algunos
documentos ocultos en unas cuevas que daban sobre el Mar Muerto, documentos que
salieron de nuevo a la luz al descubrirlos accidentalmente un pastorcillo árabe
y se conocen como los Rollos del Mar Muerto.
Ahora
bien, ¿qué sucedió durante estos cuatrocientos años llamados "de silencio
después de que los últimos profetas inspirados y los primeros escritores del Nuevo
Testamento comenzasen a escribir? Recordarán ustedes lo que dijo Pablo en su
epístola a los Gálatas donde dice: "Cuando vino la plenitud del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley. (Gál. 4:4) En otras
palabras, el momento del nacimiento del Señor fue la hora fijada por Dios, el
momento para el que Dios llevaba mucho tiempo preparándose. Sin embargo,
algunos de los emocionantes preparativos tuvieron lugar durante ese tiempo de
"silencio, y entenderán ustedes mucho mejor su Nuevo Testamento si
entienden algo de los acontecimientos históricos que sucedieron durante el
tiempo entre los Testamentos.
Después
de que Malaquías acabase sus profecías y se cerraba el canon del Antiguo
Testamento, es decir, cuando se cumplía el número de los libro del Antiguo
Testamento y los profetas inspirados dejaron de hablar, Dios permitió que
transcurriese un período de tiempo para que las enseñanzas del Antiguo
Testamento penetrasen por todo el mundo. Durante este tiempo, hizo una nueva
disposición de las escenas de la historia, de una manera muy parecida a como
los encargados de un escenario de teatro preparan el escenario antes de que
caiga el telón y cuando se levanta de nuevo hay una escena completamente
distinta.
Alrededor
del año 435 a. de C., cuando el profeta Malaquías dejó de escribir, el centro
de la potencia mundial comenzó a cambiar de oriente a occidente. Hasta ese
momento, Babilonia había sido la principal potencia mundial, pero a esto siguió
rápidamente el Imperio Medopersa, como recordarán ustedes de sus estudios de
historia antigua. Este cambio había sido anunciado por el profeta Daniel, que
dijo que se levantaría un oso que sería más alto en un lado que en otro,
representando la división entre Media y Persia, con el predominio de los persas
(Dan. 7:5).
En el
momento más álgido de la potencia persa se irguió la nación de Macedonia (que
actualmente conocemos como Grecia) al norte del Mar Negro, donde un hombre
llamado Felipe el macedonio, se convirtió en dirigente de su propio país. Unió
las islas de Grecia y se convirtió en su gobernador. Su hijo estaba destinado a
convertirse en uno de los más importantes dirigentes mundiales de todos los
tiempos y fue Alejandro Magno. En el 330 a. de C. una terrible batalla entre
los persas y los griegos cambió radicalmente el curso de la historia. En esa
batalla, Alejandro, que era un joven de solo veinte años, llevó a los ejércitos
de Grecia a la victoria sobre los persas y destruyó por completo el poder de
Persia. El centro del poder mundial cambió más aún para concentrarse en la
parte oeste de Grecia y así comenzó el imperio griego.
Un año
después de esa batalla histórica, Alejandro Magno guió a sus ejércitos hasta el
mundo sirio en dirección a Egipto. De camino, planeó sitiar la ciudad de
Jerusalén. Al acercarse los ejércitos victoriosos a esa ciudad, les llegó
noticia a los judíos que estaban en Jerusalén de que los ejércitos venían de
camino. El que era sumo sacerdote en aquel tiempo, que era un hombre santo
llamado Jadua (al que por cierto se le menciona en la Biblia, en el libro de
Nehemías) cogió los escritos sagrados del profeta Daniel y, acompañado por un
grupo de sacerdotes ataviado con sus vestiduras blancas, fue y se encontró con
Alejandro a cierta distancia de la ciudad.
Todo esto
es del informe de Josefo, el historiador judío, que nos dice que Alejandro dejó
a sus ejércitos y fue apresuradamente a encontrarse con aquel grupo de
sacerdotes. Cuando se encontró con ellos, le dijo al sumo sacerdote que había
tenido una visión la noche anterior en la que Dios le había mostrado a un
anciano, vestido con vestiduras blancas, que habría de mostrarle algo de gran
importancia para él, y según el relato, el sumo sacerdote abrió el libro de las
profecías de Daniel y se las leyó a Alejandro.
En las
profecías Alejandro pudo ver las predicciones que le anunciaban que habría de
convertirse en esa notable cabra con el cuerno en la frente, que procedería del
oeste y que destrozaría el poder medopersa y conquistaría el mundo. Se sintió
tan abrumado por la exactitud de las profecías y, como es natural, por el hecho
de que se refiriesen a él, que prometió que salvaría a Jerusalén del sitio y
envió de regreso al sumo sacerdote con honores. ¡Lo cierto que pueda ser este
relato, después del tiempo que ha transcurrido, es muy difícil saberlo, pero
sea como fuere, eso es lo que se cuenta!
Alejandro
murió en el año 323 a. de C., cuando tenía más o menos treinta y tres años.
Bebió tanto que murió en lo mejor de su vida, entristecido por no tener más
mundos que conquistar. Después de su muerte, su imperio quedó destrozado por
causa de las disensiones y debido a que no había dejado heredero. Su hijo había
sido asesinado con anterioridad, por lo que no hubo quien heredase el imperio
de Alejandro.
Sin
embargo, después de algún tiempo los cuatro generales que habían dirigido sus
ejércitos dividieron su imperio entre ellos. Dos de ellos son especialmente
importantes para nosotros. Uno de ellos fue Ptolomeo, que consiguió Egipto y
los países del norte de Africa; el otro fue Seleuco, que ganó Siria, al norte
de Palestina. Durante este tiempo Palestina fue anexada por Egipto y sufrió
grandemente a manos de Ptolomeo. De hecho, durante los próximos cien años,
Palestina se vio atrapada como en una picadora de carne por causa de los interminables
conflictos entre Siria al norte y Egipto al sur.
Si han
leído ustedes las profecías de Daniel, recordarán que Daniel pudo, por
inspiración, ofrecer un relato muy exacto y detallado de los puntos más
destacados de estos años de conflicto entre el rey del norte (Siria) y el del
sur (Egipto). El capítulo 11 de Daniel nos ofrece un relato de lo más
asombrosamente exacto de algo que ya hace mucho que se ha cumplido. Si quieren
ver ustedes hasta qué punto es exacta la profecía, les sugiero que comparen ese
capítulo de Daniel con la evidencia histórica de lo que pasó efectivamente en
esa época. El breve libro, escrito por H.A. Ironside, "The Four Hundred
Silent Years (Los Cuatrocientos Años de Silencio) lo expone con bastante
detalle.
Durante
este tiempo había ido en aumento la influencia griega en Palestina y surgió un
partido entre los judíos llamado los helenistas, que estaban ansiosos por
introducir en la nación la cultura y el pensamiento griego, así como por
liberalizar algunas de las leyes judías. Esto provocó una división en dos de
los principales partidos. Estaban aquellos que eran fuertes nacionalistas
hebreos, que deseaban conservarlo todo conforme al orden mosaico y que se
resistían a toda influencia extranjera que se introducían para desorganizar las
antiguas costumbres judías. Este partido acabó por ser conocido como los
fariseos, que quiere decir "separar y que eran separatistas e insistían en
conservar las tradiciones. Estos se fueron haciendo cada vez más fuertes, más
legalistas y rígidos en sus requisitos, hasta convertirse en el blanco de
algunas de las palabras más ardientes que jamás pronunció el Señor. Se habían
convertido en los religiosos hipócritas, que guardaban la forma exterior de la
ley, pero violaban completamente su espíritu.
Por otro
lado, los helenistas, aquellos a los que le gustaba todo lo griego, se
volvieron cada vez más influyentes en la política de la tierra y formaban el
partido conocido en los tiempos del Nuevo Testamento como los saduceos o
liberales. Estos se apartaban del cumplimiento rígido de la ley y se
convirtieron en los racionalistas de aquella época, sin creer para nada en la
ley sobrenatural. En el Nuevo Testamento se nos dice que vinieron repetidamente
al Señor haciéndole preguntas acerca de lo sobrenatural como: "¿Qué
sucederá a la mujer que haya estado casada con siete hombres diferentes? En la
resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? (Mat. 22:23-33) Ellos no creían
en la resurrección, pero al hacerle estas preguntas lo que pretendían realmente
era poner a Jesús en un aprieto.
Estaba
también el joven sacerdote judío rebelde, que estaba casado con una samaritana,
que fue a Samaria y en rebeldía contra las leyes judías, construyó un templo en
el Monte Gerizim que rivalizó con el templo que estaba en Jerusalén. Esto
produjo una intensa y fanática rivalidad entre los judíos y los samaritanos y
esta rivalidad se ve también reflejada en el Nuevo Testamento.
Además
durante ese tiempo, las escrituras hebreas fueron traducidas por primera vez a
otro idioma alrededor del 284 a. de C. en Egipto, bajo el reino de uno de los
Ptolomeos. El rey egipcio convocó a un grupo de 70 eruditos para que hiciesen
una traducción de las escrituras hebreas. Libro tras libro tradujeron el
Antiguo Testamento al griego. Cuando la terminaron, se le dio el nombre de
Septuaginta, que significa 70 por el número de los que las tradujeron y esta se
convirtió en la versión griega de la Biblia hebrea. De ellas se derivan muchas
de las citas del Nuevo Testamento y por eso es por lo que las citas que hay en
el Nuevo Testamento sacadas del Antiguo están en ocasiones expresadas con
diferentes palabras, porque proceden de la traducción griega. La Septuaginta
sigue existiendo actualmente y se usa extensamente en diferentes partes del
mundo y sigue además siendo un documento muy importante.
Poco
tiempo después, alrededor del 203 a. de C. un rey llamado Antioco el Grande
llegó al poder en Siria, al norte de Palestina. Capturó Jerusalén de los
egipcios y comenzó el reinado de la potencia siria sobre Palestina. Tenía dos
hijos, uno de los cuales le sucedió y reinó solo unos pocos años. Cuando
falleció, su hermano ocupó el trono. Este hombre, llamado Antioco Epifanes, se
convirtió en uno de los más viciosos y violentos perseguidores de los judíos
que jamás se han conocido. De hecho, se le ha llamado con frecuencia el
anticristo del Antiguo Testamento porque en él se cumplen algunas de las
predicciones de Daniel con respecto a uno que habría de ser "una persona
despreciable y un "rey vil. Su nombre (que se concedió modestamente a sí
mismo) significa "Antioco el Ilustre. Sin embargo, es evidente que algunos
de sus propios cortesanos estaban de acuerdo con las profecías de Daniel y
cambiaron dos letras de su título, de Epifanes a Epipanes, que significa
"el loco.
Su primer
acto consistió en deponer al sumo sacerdote de Jerusalén, poniendo de este modo
fin a la larga línea de sucesión, comenzando con Aarón y sus hijos a lo largo
de muchos siglos de la línea judía. Onias el Tercero fue el último de esta
línea hereditaria de sacerdotes. Antioco Epifanes vendió el sacerdocio a Jasón,
que no pertenecía a la línea sacerdotal. Jasón, a su vez, fue engañado por su
hermano menor Menelao, que compró el sacerdocio y a continuación vendió las
vasijas de oro del templo con el fin de conseguir el dinero necesario para el
tributo. Epifanes derrocó a la línea sacerdotal autorizada por Dios y luego y
bajo su reinado, la ciudad de Jerusalén y todos los ritos religiosos de los
judíos comenzaron a deteriorarse al quedar completamente bajo el poder del rey
sirio.
En el 171
a. de C. Antioco invadió Egipto y Palestina se vio nuevamente envuelta en una
gran rivalidad. Palestina es el país por el cual se han producido más luchas y
Jerusalén ha sido la ciudad que más veces ha sido capturada durante el curso de
la historia. Ha sufrido saqueos, secuestros, ha sido quemada y destruida 27
veces en su historia.
Mientras
Antioco estaba en Egipto, se informó que le habían matado en la batalla y
Jerusalén se alegró de la noticia. El pueblo organizó una revuelta y derrotaron
a Menelao, el pseudosacerdote. Cuando le llegó la noticia a Antioco (que estaba
vivo y colean do en Egipto) de que Jerusalén estaba encantada con el informe de
su muerte, organizó sus ejércitos y asoló la tierra como una furia, cayendo
sobre Jerusalén con una terrible venganza.
Derribó
la ciudad, recuperó su poder y guiado por el traicionero Menelao, se introdujo
en el lugar santísimo del templo mismo. Murieron unas 40.000 personas en tres
días de luchas durante esa terrible época. Cuando se abrió camino por la fuerza
en el lugar santísimo, destruyó los rollos de la ley y, ante el espanto de los
judíos, cogió una cerda y la ofrendó sobre el altar sagrado. Y luego con el
caldo hecho de la carne de este animal impuro, roció todo lo que había en el
templo, profanando y transgrediendo de ese modo el santuario. Es imposible para
nosotros captar lo espantoso que era eso para los judíos, que se quedaron
totalmente consternados de que nada por el estilo pudiese suceder en su templo
sagrado.
Fue el
acto de profanar el templo a lo que se refiere el Señor Jesús como la
"abominación desoladora que había anunciado Daniel (Mat. 24:15) y que se
convirtió además en una señal de la futura abominación del templo, cuando el
anticristo mismo entraría en el templo, llamándose a sí mismo Dios, y de ese
modo profanaría el templo en esa época. Como sabemos por lo que dice el Nuevo
Testamento, eso es algo que aún se encuentra en el futuro.
El
profeta Daniel dijo que el santuario sería profanado durante 2.300 días (Dan.
8:14) Perfectamente de acuerdo con esa profecía, fueron exactamente 2.300 días,
seis años y medio, antes de que el templo fuese purificado. Fue limpiado
durante el liderazgo de un hombre que ahora es famoso y que pertenece a la
historia judía, Judas Macabeo. Pertenecía a la línea sacerdotal que, juntamente
con su padre y sus cuatro hermanos, se levantó en una revuelta en contra del
rey sirio. Llamaron la atención de los israelitas, les pidieron que les
siguiesen en la batalla, y en una serie de batallas de confrontación en la que
fueron siempre una minoria abrumadora, derrocaron el poder de los reyes sirios,
capturaron Jerusalén y limpiaron el templo. El día en que limpiaron el templo
fue llamado el día de la dedicación y eso sucedió el 25 de Diciembre. En aquel
día los judíos celebrarán cada año la Fiesta de la Dedicación.
Los
macabeos, que pertenecían a la familia de los asmoneos, fueron el principio de
una línea de sumos sacerdotes conocida como la Dinastía Asmonea. Sus hijos,
durante las próximas tres o cuatro generaciones, gobernaron como sacerdotes en
Jerusalén, teniendo que defenderse todo el tiempo contra el constante asalto
del ejército sirio, que intentaba capturar la ciudad y el templo. Durante los
días de los macabeos se produjo un derrocamiento temporal del dominio
extranjero, que es el motivo por el cual los judíos piensan en ese tiempo y lo
consideran con tan grande veneración.
Durante
ese tiempo, uno de los sacerdotes asmoneos crearon una liga con un creciente
poder en el oeste, en Roma, firmando un tratado con el Senado de Roma,
proveyendo ayuda en caso de que se produjera un ataque sirio. Aunque el tratado
se hizo con toda seriedad y sinceridad, fue este pacto lo que hizo que Roma se
introdujese en el escenario y en la historia de Israel.
Mientras
las batallas entre los dos bandos contrarios se volvían cada vez más cruentas,
Roma se mantenía atenta. Finalmente, el gobernador de Idumea, un hombre llamado
Antipater y descendiente de Esaú, hizo un pacto con dos de los reyes de las naciones
vecinas y atacó Jerusalén para intentar derrotar a la autoridad de los sumo
sacerdotes asmoneos. Esta batalla fue tan fiera que finalmente a Pompeyo, el
general romano, que casualmente tenía un ejército en Damasco en esa época, le
suplicaron los dos partidos que fuese e interviniese. Un lado tenía un poco más
dinero que el otro y dejándose convencer por ese argumento lógico Pompeyo vino
de Damasco, entró en la ciudad de Jerusalén, de nuevo con una terrible matanza,
venció a la ciudad y la capturó para Roma. Eso sucedió en el 63 a. de C. A
partir de entonces, Palestina se encontró bajo la autoridad y el poder de Roma.
En esos
momentos Pompeyo y el Senado Romano nombraron a Antipater como Procurador de
Judea y él a su vez convirtió a sus dos hijos en reyes de Galilea y de Judea.
Al hijo que se convirtió en rey de Judea se le conoce como Herodes el Grande.
("Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos
magos vinieron del oriente a Jerusalén preguntando ¿Dónde está el rey de los judíos
que ha nacido?,) (Mat. 2:1,2)
Entretanto,
los imperios paganos de alrededor se habían estado deteriorando y
desintegrando. Su religión se había encontrado con tiempos difíciles. Las
gentes estaban hartas del politeísmo y del vacío de sus creencias paganas. Los
judíos habían pasado por tiempos de presión y no habían conseguido establecerse
de nuevo, habiendo perdido toda esperanza. Había un ambiente de expectación
creciente, en el sentido de que la única esperanza que les quedaba era la
venida, por fin, del Mesías prometido. En el este, los imperios orientales
habían llegado a la situación en que la sabiduría y el conocimiento del pasado
se había esfumado y también ellos estaban buscando algo. Cuando llegó el
momento en que apareció la estrella sobre Belén, los magos del este, que
buscaban una respuesta a sus problemas, la vieron de inmediato y salieron con
el fin de buscar a Aquel al que apuntaba la estrella. Por ello, "cuando
llegó por fin el tiempo, Dios envió a su Hijo.
Es
realmente asombroso de qué modo Dios se vale de la historia para llevar a cabo
sus propósitos. Aunque estamos viviendo en días que podíamos llamar "el
silencio de Dios cuando durante casi 2.000 años no se ha escuchado la voz
inspirada de Dios, hemos de mirar atrás, como lo hicieron otros durante esos
400 años de silencio, a la historia inspirada y darnos cuenta de que Dios ha
dicho ya todo cuanto era necesario decir, por medio del Antiguo y del Nuevo
Testamentos. No cabe duda de que los propósitos de Dios no se han acabado aún,
pues él los está llevando a cabo tan plenamente ahora como lo hizo en aquellos
días. De la misma manera que era preciso que el mundo llegase a una situación
de absoluta falta de esperanza entonces, y el que habría de convertir en
realidad todas sus esperanzas apareció entre ellos, el mundo se enfrenta de
nuevo con un tiempo en el que la desesperación se está extendiendo por toda la
tierra. Por todas partes reina la desesperación y Dios se está moviendo en
estos tiempos para hacer que se cumplan las palabras proféticas acerca de la
segunda venida de su Hijo al mundo con el fin de establecer su reino. ¿Durante
cuánto tiempo? ¿Cuánto falta? ¿Quién lo sabe? Pero lo que Dios ha hecho en la
historia, volverá a hacerlo al acercarnos al final del "silencio de Dios.
Nº de Catálogo 240
2 de Octubre, 1966
Mensaje Cuarenta
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