Daniel
Historia del Antiguo
Testamento presenta un análisis literaria que reconoce que el Antiguo Testamento mismo manifiesta ser más que
el relato histórico de la nación judía. Tanto para judíos como para cristianos,
es la Historia Sagrada que descubre la Revelación que Dios hace de Sí mismo al
hombre y en él se registra no solo lo que Dios ha hecho en el pasado, sino
también el plan divino para el futuro de la humanidad.
Capítulo XXI
Daniel— hombre de estado y profeta
Eminente entre los judíos exiliados en Babilonia, Daniel como hombre,
ganó la dual distinción de ser un político y un profeta. Elevándose de la
servidumbre a la situación de hombre de Estado, prosperó en el liderazgo
político, bajo los gobernantes medo-persas por más de seis décadas. Entremezcladas
en el libro que lleva su nombre, están las experiencias personales de Daniel al
igual que sus revelaciones proféticas concernientes a futuros acontecimientos.
Daniel nació en el reino de Judá, durante el reinado de Josías y fue,
probablemente, en sus primeros años cuando fue llevado cautivo, en el 605 a. C.
En los comienzos del capítulo que abre su libro, refleja las convicciones
religiosas de Josías y Jeremías que, ciertamente, tuvieron que haberle
influenciado a él y a otro joven judío de su tiempo.
Aunque las esperanzas de Judá para que continuase su independencia
pudieron haber resurgido con la caída de Nínive, ellas fueron bruscamente
deshechas cuando Josías fue muerto en Meguido (609). Judá se convirtió en
subdito de Egipto poco después, y el faraón Necoa colocó a Joacim en el trono.
Con la batalla de Carquemis (605) la denominación, egipcia cedió al control de
Babilonia. Los intentos de Joacim de sumisión a Nabucodonosor tuvo que haber
sido una sorpresa para Daniel y sus compañeros, que fueron tomados como rehenes
a la capital de Babilonia.
La familiaridad de Daniel con las lenguas hebrea y aramea se hace aparente
en sus escritos.[3]
Peculiar de este libro es el tener el más extenso pasaje en lengua aramea de
todo el canon del Antiguo Testamento.
Una popular característica de Daniel es la doble división mediante la
cual se designan los primeros seis capítulos como históricos y los seis finales
como profetices. Es digno de notar que en, los primeros, Daniel se refiere a sí
mismo en tercera persona, y actúa como el agente de la revelación. En los
últimos capítulos escribe en primera persona, registrando mensajes pro-féticos
revelados a él de forma sobrenatural.
Dando énfasis a los aspectos profetices, el libro de Daniel conduce por
sí mismo al análisis siguiente:
A.
Introducción histórica 1:1-21
B. Los
reinos gentiles 2:1-7:28
C. La
nación de Israel 8:1-12:13
Este bosquejo tiene en cuenta su composición bilingüe. El pasaje ara-meo
(2:4b—7:28) tiene un mensaje de especial interés para las naciones paganas,
indicando su orden de sucesión, carácter y destino. Los capítulos escritos en
hebreo, enfocan la atención sobre el papel particular de Israel en los
acontecimientos internacionales.
Para un estudio inicial del libro de Daniel, la perspectiva histórica es
esencial. Las variadas revelaciones que proceden de Daniel, son consecutivas a
la luz de los acontecimientos contemporáneos. Para situar el libro en su
dispositivo histórico, puede ser útil el siguiente análisis cronológico:
I. El reino de Nabucodonosor
Los
judíos cautivos en la corte 1:1-21
Daniel
y el sueño del rey 2:1-49
Los
tres amigos en juicio 3:1-30
La
humillación del rey 4:1-37
II. La era Nabónido-Belsasar
La
bestial naturaleza de los reinos 7:1-28
Los
reinos identificados 8:1-27
En la
víspera de la caída de Babilonia 5:1-30
III. En los tiempos medo-persas
La
preocupación de Daniel por su pueblo 9:1-27
Sobre
el juicio por su religión 5:31-6:28
La
revelación final de Daniel 10:1-12:13
Durante
el reinado de Nabucodonosor
Entre los rehenes tomados en Jerusalén, estaban Daniel y sus tres amigos,
Ananías, Misael y Azarías. Seleccionados para un entrenamiento especial en el
colegio real, estos judíos jóvenes se encararon al problema de la profanación,
cuando se les ofreció el lujoso menú de la corte pagana.
Daniel como portavoz del grupo, con valentía, aunque cortésmente, apeló
al mayordomo jefe para proporcionarles un menú de su elección sobre la base de
una prueba de diez días. Al final de aquel período, el mayordomo se complació
en encontrar a Daniel y sus amigos en mejor salud que sus compañeros. Antes de
que pasara el tiempo, se hizo obvio a los supervisores, que aquellos hebreos
jóvenes estaban dotados con una extraordinaria destreza y sabiduría. Cuando
fueron entrevistados por el rey, Daniel y sus tres amigos recibieron los más
altos honores y fueron reconocidos como muy superiores a todos los otros
hombres sabios de la corte real (1:17-21).
La afinidad de la religión y la política tuvo que haber causado una
indeleble impresión sobre Daniel. En varias ocasiones, durante el año del
acceso al trono de Nabucodonosor, que alcanzó su máximo exponente en la
celebración del festival del Día del Año Nuevo, el rey reconoció a los dioses
Nabu y Marduc al llevarlos en procesión pública que terminó en el templo de
Akitu. Daniel tuvo que haberse quedado perplejo cuando vio a Nabucodonosor
extender sus conquistas en el nombre de aquellos dioses paganos.
Durante el primer año de su reinado, el triunfante Nabucodonosor de
nuevo hizo que sus ejércitos marchasen hacia el oeste, exigiendo tributo de los
reyes de Siria y Palestina. De particular interés para Daniel tuvo que haber
sido la anotación de Joacim en la lista de reyes tributarios y el hecho de que
Nabucodonosor hubiese reducido a ruinas a Ascalón, ames de su retorno a
Babilonia, a principios del 603 a. C.
El cronista de Babilonia informa poco de la actividad de Nabucodonosor
durante su segundo año. Para Daniel, sin embargo, la más interesante experiencia,
es su aparición personal ante este monarca, el más grande de los de Babilonia
(2:1-49).
El rey Nabucodonosor tuvo un sueño que le sumió en la más completa
perplejidad. Llamando a todos los hombres sabios de la corte ante su presencia,
les pidió que relatasen e interpretasen, dicho sueño. Bajo amenaza de muerte,
los sabios, frenéticamente, aunque en vano, imploran del rey que les relate el
sueño. Daniel, sabedor del dilema existente, solicita una entrevista con Nabucodonosor.
Mientras se hacen los arreglos necesarios, Daniel y sus tres compañeros apelan
afanosamente ante Dios que les revele el misterio a ellos. En una visión
durante la noche, Dios hace conocer a Daniel el sueño del rey y su
interpretación. Llevado ante la presencia de Nabucodonosor, Daniel le dice que
Dios le ha revelado los misterios del futuro del rey.
En su sueño Nabucodonosor ha visto una brillante imagen, con una cabeza
de oro, pechos y armas de plata, vientre y muslos de bronce, piernas de hierro
y pies de hierro y barro cocido. Ante él, dicha imagen es aplastada por una
piedra, que causa su completa desintegración.
Daniel informa a Nabucodonosor que él es la cabeza de oro a quien Dios
ha dado aquel gran imperio. El segundo y el tercer imperios serán inferiores.
El cuarto reino representado por el hierro, aplasta a otros reinos, pero la
mezcla de hierro y barro cocido en las piernas y pies indica su última
división. Eventualmente, Dios establecerá un reino que nunca sera destruido.
Como la piedra que aplasta a la totalidad de la imagen, así este reino
terminará con todos los reinos anteriores cuando esté permanentemente
establecido.
Tras oír esta interpretación, Nabucodonosor concede honores a Daniel,
reconociendo a Aquel que ha revelado su secreto como el Dios de los dioses y el
Señor de los reyes. Daniel es elevado a la categoría de gobernador de la
provincia de Babilonia y situado a la cabeza de los hombres más sabios. A su
demanda, sus tres amigos, cuyos nombres babilónicos eran Sadrac, Mesac y
Abed-nego, reciben cargos de responsabilidad en otros lugares de la provincia,
mientras que Daniel permanece en la corte real.
Durante el curso de su reinado, Nabucodonosor erige una gran imagen en
la llanura de Dura (Dan. 3:1). Esta imagen pudo haber tenido la forma de un
obelisco con una base de 270 cms. llegando hasta una altura de 2.700 cms.,
resplandeciente de oro. En su dedicación, se cita a todo el pueblo, bajo
amenaza de muerte, para que se postre en adoración. Cuando los tres amigos de
Daniel rehusan el hacerlo, se nota el hecho inmediatamente. Arrestados
y llevados ante el rey, son lanzados dentro de un horno encendido. Con gran
asombro, el rey pagano observa que los jóvenes no sufren el menor daño y están
acompañados por una cuarta persona.[
Cuando se les ordena que salgan fuera, Nabucodonosor confiesa que su Dios les
ha liberado y emite un decreto público prohibiendo que nadie hable contra el
Dios de Sadrac, Mesac y Abeb-nego.
La humillación de Nabucodonosor y la restauración (4:1-37) es tan significativa,
que emite un edicto real, relatando su experiencia.[
Reconociendo que Dios le ha humillado y le ha restaurado, reconoce públicamente
a Dios como el gobernante de un reino que no tendrá fin.
Nabucodonosor tiene otro sueño que le sume en confusiones. De nuevo
llama a los sabios de la corte, esta vez relatándoles lo que ha soñado. Cuando
los sabios se declaran incapaces de dar una explicación, Daniel también conocido
como Beltsasar, es llamado para consultarle. En este sueño, Nabucodonosor vio
un árbol extendiéndose hacia arriba hasta los cielos. Era tan gigantesco y
fructífero que proporcionaba sombra, alimento y refugio para las bestias y las
aves. A su debido tiempo, un santo vigilante de los cielos dio órdenes de talar
el árbol, dejándolo reducido a un simple tocón.
Daniel interpreta el sueño de forma siguiente: El árbol representa a Nabucodonosor
como rey del gran Imperio de Babilonia —al ser cortado el árbol en pedazos,
así Nabucodonosor será rebajado desde su posición real a una bestial existencia
por siete períodos de tiempo, hasta que compruebe que él no es supremo. Daniel
informa al rey que el decreto proviene del Altísimo y le advierte que enderece
sus pasos por el camino recto, para que su reinado pueda ser prolongado.
Parece que Nabucodonosor ignora este aviso. Bajo su supervisión, la
ciudad de Babilonia se convirtió en la más extraordinaria capital de los
antiguos tiempos. Murallas macizas con canales rodeaban la ciudad en cuyo
interior se conservaban los templos de Marduc e Istar. En la famosa puerta de
Istar, leones y dragones de metales resplandecientes marcaban el impresionante
comienzo de la calle de la procesión que conducía al lujoso palacio real. Para
su reina meda, Nabucodonosor construyó los jardines colgantes que los griegos
consideraron como una de las siete maravillas del mundo. Jactándose de todas
aquellas realizaciones, Nabucodonosor es súbitamente atacado de licantropía,
en juicio divino, privado de su reino y relegado a la vida de las bestias del
campo por un período designado como de "siete tiempos". Cuando la
razón vuelve a él, es reintegrado al trono. En una proclamación oficial, él
reconoce que el Altísimo es omnipotente entre todo el ejército de los cielos al
igual que entre los habitantes de la tierra, y en alabanza y oración confiesa
también que el Rey de los cielos es justo y recto en todos sus caminos y capaz
de abatir al orgulloso.
La era
Nabónido - Belsasar
Años de la historia de Babilonia pasan en silencio por lo que concierne
al libro de Daniel. El magnífico reinado de cuarenta y tres años de
Nabucodonosor terminó con su muerte en el 562 a. C. Tras dos años de gobierno
de Awel-Marduc, y cuatro de Neriglisar, el imperio de Babilonia llega a su fin,
bajo Nabónido (556-539 a. C.). Belsasar, un hijo de Nabónido, cuya identidad
con el corregente y administrador del reino babilónico está establecida más
allá de toda disputa, se menciona en toes capítulos de Daniel. Los
acontecimientos del capítulo 5 están específicamente relacionados con los días
finales de Belsasar cuando la ciudad de Babilonia es ocupada por el ejército
medo-persa (octubre del 539 a. C.). La fecha exacta de los Capítulos 7 y 8
depende del año en que Daniel fechase el comienzo del reinado de Belsasar,
puesto que él fue su corregente con Nabónido. Las tablillas del contrato en
donde aparece el nombre de Belsasar están fechadas en el reino de Nabónido. De
acuerdo con los registros babilónicos, Belsasar está asociado como corregente
con su padre a principios del 553 a. C. En consecuencia, las fechas de los
capítulos 7 y 8 en el primero y tercer años del reino de Belsasar, tienen que
ser asignados al período de 553-539 a. C.
Los acontecimientos históricos contemporáneos ocurridos durante ei
tiempo de Belsasar y Nabónido tienen importancia como fondo para las visiones
registradas en los capítulos 7 y 8. Ya había pasado más de medio siglo desde
que Daniel claramente identificó a Nabucodonosor como la cabeza de oro, tras
cuyo reinado surgiría un reino menor (2). Seguramente Daniel se hallaba
completamente consciente del surgir de Ciro, quien tras subir al trono de
Persia y Anshan en el 559 a. C., había ganado el control sobre Media (550 a.
C.), que a su vez trastornó el equilibrio de poder hasta el punto de poner en
peligro a Babilonia. Por el 547 a. C. Ciro había marchado con sus ejércitos
hacia el noroeste, derrotando decisivamente a Creso en Lidia. A causa de su
experiencia política, Daniel tuvo que haber comprendido bien la subida al
poder de Persia mientras que el reino de Babilonia se desintegraba bajo los
sucesores de Nabucodonosor.
Por aquella época, Daniel tuvo dos visiones en tres años. En la primera
visión (7), vio cuatro grandes bestias surgir del mar movido por los cuatro
vientos del cielo. Un león con alas de águila, que es derribado mientras que
se mantiene erecto sobre dos patas, proporciona la mente de un hombre. La
segunda es una bestia en forma de oso, erecta con tres costillas en su boca, a
quien, se le ordena que devore mucha carne. En la siguiente surge un leopardo
con cuatro alas y cuatro cabezas. La cuarta es una bestia no descrita con
dientes de hierro para devorar y machacar los residuos de la destrucción. Tres
de sus diez cuernos están reemplazados por un cuerno con ojos perecidos a los
de un hombre y una boca que devora grandes cosas. Después aparece un trono en
el cual se sienta un individuo vestido de blanco y que está identificado como
el Anciano de días. Los libros quedan abiertos, el juicio entregado. El cuerpo
de la bestia no descrita está marcado por el fuego mientras que el resto de las
bestias están desprovistas de su poder. El Anciano de días, entonces, ostenta
el dominio sobre todos los reinos y lo entrega a uno "como un hijo de hombre"
y establece su reinado permanentemente.
Daniel se halla perturbado y busca una explicación. En respuesta, es
informado de que las cuatro bestias representan cuatro reyes terrenales.
Eventualmente los santos del Altísimo poseerán el reino que durará para
siempre. La cuarta bestia representa un cuarto reino que se extenderá sobre
todo el mundo. Los diez cuernos significan diez reyes, tres de los cuales serán
reemplazados por uno que desafía al Altísimo, incluso tentando cambiar los
tiempos y la ley. Tras pasados tres períodos y medio, es juzgado y destruido.
Los santos del Altísimo se hacen cargo del reino que durará para siempre.
Aunque Daniel está grandemente perplejo por el sueño y su interpretación,
pondera tales cosas en su mente; tal vez intentando relacionarlas con los
acontecimientos corrientes.
En el tercer año de Belsasar, Daniel tiene otra visión (8:1-27). Aunque
no da el lugar de su residencia en esta ocasión, el lugar de la visión es Susa,
a lo largo de las riberas del río Ulai. Esta ciudad estaba bajo control persa y
más tarde se convirtió en la importante capital de verano bajo el gobierno de
Darío el Grande (522-486 a. C.).
Ante Daniel, en las orillas del río, aparece un carnero con dos cuernos
desiguales. Este carnero permanece tranquilo hasta que es atacado por un,
rápido macho cabrío que procede del oeste. Tras de que el último ha destrozado
al primero, el gran cuerno del macho cabrío es roto y reemplazado por cuatro
cuernos conspicuos. Fuera de esos cuatro, hay otro cuerno pequeño que avanza
hacia el sur para hollar el santuario por un período de 2.300 días.
Una vez más, Daniel siente el deseo de la clarificación. El ángel
Gabriel le informa que esta visión es para el final de los tiempos. El carnero
con dos cuernos representa a los reyes de Medo-Persia. El macho cabrío está
identificado con Grecia, con el gran cuerno representando al primer rey. Los
cuatro reinados que emergen de Grecia no serán fuertes hasta que un rey poderoso
de gran fortaleza se yerga. Desatará una vasta destrucción de su poder contra
el pueblo sagrado y el Príncipe del ejército será súbitamente sin intervención
humana.
Daniel queda tan turbado por esta visión que es incapaz de reanudar los
negocios del rey durante varios días. Sabiendo que los medo-persas están a
punto de absorber al reino de Babilonia, Daniel tiene razón para estar
preocupado. La capacidad con la que Daniel sirve al gobierno de Babilonia tras
la muerte de Nabucodonosor no está indicada, pero Belsasar se vuelve hacia él
en la víspera de su muerte.
Es el año 539 a. C. Confiado de que Babilonia está fuera de toda posible
conquista, Belsasar reunió a un millar de sus oficiales y sus esposas para un
banquete. Beben el vino de vasos de oro y plata que Nabucodonosor había
confiscado del templo de Jerusalén. Simultáneamente, los dioses paganos hechos
por el hombre son reconocidos libremente. Mientras bebe ante sus señores sobre
una alta plataforma, de acuerdo con la costumbre oriental, el rey se da cuenta
súbitamente de que una mano escribe algo sobre una pared. Sobrecogido por el
terror, Belsasar llama a los hombres sabios de Babilonia para que lean aquello
y lo interpreten, ofreciendo como recompensa un vestido de púrpura, un collar
de oro y el tercer lugar del reino.
Oyendo la situación en que se encuentra el rey, la reina irrumpe en el
banquete y recuerda al rey que hay un hombre en su reino a quien Nabucodonosor
nombró como el jefe de los sabios de Babilonia. Inmediatamente se lleva a
Daniel ante Belsasar. No importándole la recompensa, Daniel asegura al rey que
el interpretaría el mensaje de la pared. En simples palabras, le recuerda que
Nabucodonosor, a quien Dios había confiado un gran reino, fue reducido a un
estado de bestia hasta reconocer que el Altísimo gobernáis. El Ulai es
identificado como el Eulaeus que pasaba por Susa antes de desembocaba en el
reino de los hombres. Aunque familiarizado con aquello, Belsasar había fallado
en honrar a Dios. La mano y su escritura fueron enviadas por Dios. La
interpretación es bien clara. Dios terminó el reino y lo dividió entre los
medos y los persas. Por lo que respetaba a Belsasar, ya había sido pesado en la
balanza y encontrado deficiente.
Por mandato real, se le conceden a Daniel honores reales y fue aclamado
como el tercero en el remo. Sin embargo, las últimas horas del reino de Babilonia
estaban pasando rápidamente. Aquella misma noche, Belsasar fue muerto y la
ciudad de Babilonia ocupada por los medo-persas (Dan. 5:3(K 31).
Los
tiempos de los medo-persas ,
Los medo-persas conquistan y ocupan la gran capital de Babilonia sin
destrucción. A finales de octubre del 539, el propio Ciro entra en triunfo y
permanece en la famosa ciudad para celebrar el festival del Nuevo Año. Darío
el medo, quien conquistó Babilonia, aparentemente sirvió a las órdenes de Ciro.
Puesto que no hay ni una simple tablilla ni inscripción que haya sido hallada y
que porte su nombre, se han producido numerosas teorías para su
identificación. Basado en nuevos hechos, su identidad con Gubaru, el gobernador
de Babilonia bajo Ciro, garantiza la conclusión de que Darío el medo puede ser
considerado como un personaje histórico. De acuerdo con el relato de Daniel,
Darío estuvo a cargo de la ocupación de Babilonia y fue el gobernante del reino
caldeo. Aunque medo por nacimiento, gobierna bajo las leyes de los medos y los
persas.
Las experiencias personales de Daniel registradas en los capítulos 6 y 9
se relacionan con el reino de Darío. El verso final del capítulo 6 implica que,
subsiguientemente, Daniel estuvo asociado con Ciro. Su final revelación está
fechada en el tercer año de Ciro. Tal vez por ese tiempo, Darío hubiese muerto
o Daniel habría sido trasladado, de forma que fuese directamente responsable
hacia Ciro. En la crisis de la ocupación de Babilonia por los invasores, Darío
reconoció inmediatamente a Daniel, nombrándole como uno de los tres presidentes
de su gobierno. Con toda probabilidad, pasó un cierto tiempo antes de que los
otros dos presidentes actuasen contra Daniel en un intento de deponerle del
cargo (6:1-28). Mientras tanto, Daniel pudo haber tenido la experiencia
registrada en, el capítulo 9.
El hecho de que los medo-persas reemplacen a los babilonios como el
reinado más importante del Cercano Oriente, no sorprende a Daniel. Ya muy
temprano en su vida, en el segundo año de Nabucodonosor, en el 603 a. C., Daniel
explicó claramente a los más grandes reyes de Babilonia que otros reinos
seguirían en el curso del tiempo. Durante el reinado de Belsasar, la
identificación del próximo reinado fue revelada. Cuando permaneció ante el tembloroso
rey en vísperas de la caída de Babilonia, Daniel declaró clara y llanamente que
los medos y los persas se harían cargo del reino.
Cuando la crisis ya había sucedido realmente y la supremacía de los
medo-persas fue establecida, Daniel estuvo ansioso por conocer qué
significación tendría aquello para su propio pueblo. Leyendo las profecías de
Jeremías, observa cuidadosamente que se había predicho un período de cautiverio
que duraría setenta años. Aunque no hace mención de ello, Daniel pudo también haber
leído respecto a Ciro en el libro de Isaías (44:28-45:1) donde a Ciro se le
identifica como el pastor a quien Dios utilizaría para liberar a su pueblo y
hacerlo retornar a Jerusalén. Ciro ya había estado en la escena internacional
durante varias décadas. ¿Podría ser posible que los judíos recibieran entonces
permiso para volver? Aparentemente el edicto para su retorno, aún no había sido
dictado ni publicado.
Daniel estaba muy ejercitado por las predicciones dadas por Jeremías.
Casi setenta años habían transcurrido desde que el primer grupo de judíos,
incluyéndole a él, había sido llevado al exilio desde Jerusalén en el 605 a. C.
Comprobando que el tiempo de su cumplimiento era inminente, Daniel ora
confesando los pecados de Israel y reconociendo que Dios es justo en todos sus
juicios.
Gabriel ilumina a Daniel en lo concerniente al futuro de Israel. Una relación
general de la sucesión de los imperios del mundo le había sido ya dada. Aquí,
la atención queda enfocada sobre la nación de Israel en el plan de Dios.
Setenta semanas representan el período en el cual Israel verá el cumplimiento
de las promesas de Dios.
Los acontecimientos atribuidos a este período para el pueblo de Daniel y
su sagrada ciudad, fueron como sigue:
(1)
acabar la trasgresión
(2)
acabar con los pecados
(3)
hacer una reconciliación con la iniquidad
(4)
aportar una justicia que perdure para siempre.
(5)
cerrar la visión y la profecía
(6)
ungir al más santo.
Dividiendo el período total en unidades más pequeñas, una era de siete
más sesenta y dos semanas, permite la aparición y la separación de un individuo
identificado como "el ungido". La ciudad y el santuario son para ser
destruidos por un pueblo del cual surgirá un príncipe que hará una alianza con
muchos por una semana. Esta alianza lleva a la consideración de la semana
septuagésima como el tiempo y la duración de su relación. Sin embargo, en medio
de esta semana, el príncipe romperá el pacto, siendo la causa del sacrificio y
ofrendando el cese y trayendo la desolación hasta que el destructor esté
consumado.
Sin tener en cuenta las variadas interpretaciones de esta explicación,
en cierta forma ambigua, como ejemplificada en numerosos escritos sobre estas
profecías, el propio Daniel recibe la seguridad de que su nación, por quien él
está en oración constante, tiene un lugar definido en el plan de Dios.
Indudablemente, Daniel se siente grandemente alentado cuando Ciro, poco después
de haber subyugado a Babilonia, emite una proclamación alentando a los judíos a
que retornen a su hogar patrio.
Cuando Darío organiza su reino, Daniel sirve como uno de los tres
presidentes. Desde hacía mucho tiempo se había distinguido como un sabio
administrador, en tal modo, que sus otros dos colegas le tomaron envidia. Sin
haber encontrado ninguna irregularidad en sus deberes oficiales, le incriminaron
por sus prácticas religiosas hasta el extremo de echarle a la jaula de los
leones. Cuando Darío encontró a Daniel, sin el menor daño entre las fieras,
reconoció en público, en una proclamación al efecto, que Dios había liberado a
Daniel—el Dios viviente que tiene signos y maravillas en los cielos y en la
tierra como el gobernante de un reino que no tiene fin.
La revelación final de Daniel (10:1-12:13) está fechada en el tercer año
de Ciro. Por entonces el hombre de estado y profeta ya estaba bien establecido
en el gobierno medo-persa. Si Daniel tenía menos de veinte años cuando fue
hecho cautivo, rondaría entonces por los ochenta. Desde el punto de vista de su
edad, y responsabilidades oficiales en el gobierno, no es verosímil que
considerase en serio el participar en el éxodo que organizaría el pueblo judío
para su retorno a Jerusalén. A pesar de todo, tuvo un interés general en. el
bienestar y en las esperanzas futuras de su pueblo.
Daniel emplea tres semanas ayunando y llevando luto. En el día vigésimo
cuarto del primer mes, está en la ribera del Tigris cuando se da cuenta de un
hombre vestido de blanco lino que tiene unas características sobrenaturales.
Cuando Daniel ve aquella visión, y oye el sonido de sus palabras, cae sobre su
rostro y se sume en un profundo sueño. Los hombres que hay con él, huyen.
Daniel se despierta y es invitado a ponerse en pie. Aquel hombre le
asegura que su oración ha sido escuchada. Debido a interferencia por el
príncipe de Persia, la respuesta ha sido demorada. Puesto que Daniel es un
hombre muy bien amado que se humilla a sí mismo con, la oración, este divino
mensajero ha venido con la ayuda de Miguel, uno de los príncipes jefes, para
revelar el futuro de Israel. Aunque débil y temeroso, Daniel recibe una fuerza
sobrenatural que le condiciona a oír el mensaje. El mensajero le informa que
está a punto de acabar su conflicto con el príncipe de Persia y,
subsiguientemente, esperar un encuentro con el príncipe de Grecia. Antes de marchar,
comparte con Daniel el contenido del libro de la verdad (10:21).
Cuatro reyes sucedieron a Ciro sobre el trono de Persia, el último de
los cuales haría que los griegos se levantasen a causa de lo excesivo de sus riquezas.
Un rey más poderoso procedente de Grecia viene para sentarse a sí mismo como le
plazca, aunque su vida quede súbitamente cortada. Su reino se dividirá en
cuatro (11:2-4). Por algún tiempo, un agudo conflicto rugirá entre el rey del
norte y el rey del sur (11:5-20). Tras que aquello suceda, una persona vil y
despreciable surge para desafiar al rey del sur en repetidas batallas. En. su
rabia, profana el templo y causa el continuo ofrecimiento del fuego que cesará
cuando muchos hombres en el conflicto hayan muerto (11:21-35).
Un rey obstinado que es el más desafiante de todos, se exalta a sí mismo
por encima de los dioses, incluso desafiando al Dios de dioses (11:21-35)-Por
un tiempo, extiende su control hasta Egipto, Etiopía y Libia; pero por último
encuentra su condenación en un furioso conflicto.
¿Qué ocurre mientras tanto al pueblo de Daniel? Por la época de este
terrible conflicto, Miguel, el príncipe de Israel, surge para liberarle. Una
resurrección ocurre cuando muchos son restaurados en una vida sin fin; otros
sufrirán un desprecio eterno. Con la seguridad de que aquellos que sean sabios
y prudentes y vuelvan a lo justo, son los receptores de las bendiciones de
Dios, a Daniel se le aconseja para que selle el mensaje que le ha sido
revelado. Al final del tiempo, muchos lo leerán para incrementar su
conocimiento (12:4).
Daniel ve a dos individuos, uno a cada ribera del río. Volviéndose hacia
el hombre de los vestidos blancos, inquiere lo concerniente a la terminación de
aquellas maravillas. Levantando las manos a los cielos, el hombre vestido de
blanco jura "por el que vive por los siglos" (Dan. 12:7), que tales
maravillas se terminarán tras tres y medio períodos de tiempo. Esto también es
el punto terminal para esperar e! poder del pueblo santo. Daniel está todavía
confuso. Oye las palabras, pero no comprende. Inquiriendo del hombre de las
ropas blancas, es advertido de que siga su camino, —las palabras quedan
cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados y comprenderán
y otros continuarán en una excesiva maldad y no comprenderán. Incluso aunque
los acontecimientos que tengan que venir, no están claros para Daniel, a él se
le promete descanso y se le entregará un lugar a! fin del tiempo. Con esta
esperanza personal y la seguridad de que su pueblo triunfará finalmente. Daniel
recibe instrucciones de acabar y sellar este libro.
Habla el Antiguo
Testamento por Samuel J.
Shultz
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