Abdías
Sinopsis
del Antiguo Testamento es un estudio sintético de cada uno de los libros del
Antiguo Testamento: Se examina el propósito de cada libro, quién fue el autor,
cuándo y a quiénes se escribió. Se identifica cuál es el mensaje de cada
libro y cómo se relaciona este con los demás. La meta de esta materia es
darle al alumno un concepto panorámico de la Biblia.
ABDIAS: ¡MUERTE A EDOM!
por Ray C. Stedman
Abdías,
el libro más corto del Antiguo Testamento, es una declaración de juicio contra
esa nación antigua y durante tantos años olvidada, conocida como la tierra de
Edom, pero el libro trata de mucho más que esto. Las Escrituras poseen esa
maravillosa facultad de causar la apariencia de ser una cosa a primera vista,
pero a un nivel mucho más profundo, producen ricos y poderosos tesoros y esto
es ciertamente el caso de este asombroso libro de Abdías.
Es muy
poco lo que sabemos acerca de Abdías, excepto que fue uno de los profetas
menores. Hay una referencia a un profeta Abdías en los días de Elías y Eliseo y
se piensa que pueda ser posiblemente el mismo. Sin embargo, el nombre Abdías
era un nombre muy corriente entre los hebreos y es muy posible que no se trate
del mismo profeta, porque en su libro Abdías menciona el día en que Jerusalén
fue destruida, capturada por ejércitos extranjeros y eso es algo que sucedió
mucho después de los tiempos de Elías y Eliseo. Por lo que la mayoría de los
comentaristas bíblicos creen que el autor de este libro fue contemporáneo del
profeta Jeremías, el último de los profetas antes de que Jerusalén fuese
llevada cautiva.
El nombre
Abdías significa "el siervo de Jehová, que realiza la tarea de un siervo.
Viene, hace su trabajo y desaparece en el trasfondo; se limita a transmitir su
mensaje y a desaparecer y eso es prácticamente todo lo que sabemos acerca del
hombre que escribió este libro.
El libro
de Abdías relata la historia de dos naciones, la nación de Israel y la nación
de Edom, el país al sur de Israel, al que normalmente nos referimos como el
Negev o Negeb. Los israelitas marcharon a través de este antiguo país de Edom
al dirigirse a la tierra de Israel después de haber estado cautivos y esclavos
en Egipto. Al llegar a la tierra tuvieron problemas con los edomitas, que eran
enemigos de Israel desde el principio mismo.
Pero tras
la historia de estas dos naciones, el libro cuenta el relato de dos hombres.
Cada una de las naciones de la Biblia es una sombra prolongada de su fundador y
los dos hombres que se ocultan tras las naciones de Israel y de Edom eran
hermanos gemelos. ¿Sabe usted quiénes eran? Eran Jacob y Esaú. Jacob fue el
padre de Israel y Esaú, su hermano gemelo, se convirtió en padre de los
edomitas. En la historia de estas dos naciones tenemos además la historia
prolongada de estos dos hombres, Jacob y Esaú. En un sentido es como si Dios hubiese
hecho una ampliación de estos dos hombres, a tamaño nacional. Al hablar el
profeta acerca de esto, vemos que continua la historia de estos dos hombres:
Israel sigue siendo Jacob y Edom sigue siendo Esaú.
Hubo un
perpetuo antagonismo entre Jacob y Esaú. En el libro de Génesis leemos que
incluso antes de que naciesen, luchaban en el vientre de su madre. Ese
antagonismo marcó las vidas de estos dos hombres y, por consiguiente, las vidas
de sus descendientes, las dos naciones de Israel y de Edom.
Como recordará
usted del Génesis, Jacob era el niño preferido de su madre mientras que Esaú el
niño pequeño de su padre y había un interminable conflicto entre estos dos
hermanos, que no terminó con las vidas de estos hombres. Las naciones
continuaron el conflicto y desde el Génesis a Malaquías hubo la amenaza de
lucha y un inquebrantable antagonismo entre ellos. En el libro de Malaquías (y
recuerde que el Génesis deja constancia del principio de estas naciones), el
último libro del Antiguo Testamento, Dios dice: "Yo amé a Jacob y aborrecí
a Esaú. (Mal. 1:2) ¿Por qué llega la historia de estos dos hombres a un punto
central en esta breve profecía de Abdias? ¿Qué es tan importante sobre estos
dos hombres y estas dos naciones?
Esto es
lo que deja perfectamente claro el libro de Abdías. Descubrimos en el Nuevo
Testamento que existe un antagonismo perpetuo en la naturaleza del cristiano.
En Gálatas 5:17 se nos dice que la carne desea lo que es contrario al espíritu
y el Espíritu lo que es contrario a la carne y se oponen entre sí.
Dios es
un gran ilustrador, que se vale continuamente de imágenes que nos muestra a fin
de que podamos entender más fácil y más gráficamente la verdad porque en este
sentido somos niños. Nos gustan las imágenes, prefiriendo ver a oír algo, por
lo que Dios tiene muchas imágenes. Ha tomado a estos dos hombres y
posteriormente a las dos naciones que descendieron de ellos y por medio de la
Biblia nos ha ofrecido una imagen consistente del conflicto entre la carne y el
espíritu, Jacob y Esaú, Israel y Edom.
(Esto es,
por cierto, una maravillosa clave para el estudio de la Biblia. ¿Ha aprendido
usted a reconocer lo que podríamos llamar las constantes interpretativas que
aparecen en todas las Escrituras? Existen ciertos nombres y figuras, o
metáforas y símiles que, una vez que han sido usados para simbolizar algo
mantienen esa característica y esa referencia por toda la Biblia, dondequiera
que se usan. Usted sabe de qué modo se aplica esto a ciertos objetos y cosas
materiales, como en el caso del aceite. Siempre que se usa el aceite en la
Escritura de manera simbólico es una imagen del Espíritu Santo. El vino es
siempre la imagen del gozo, la levadura del mal. Estos dos hombres, Jacob y
Esaú, así como las naciones de Israel y de Edom, aparecen siempre como una
imagen de la lucha entre la carne y el espíritu que tiene lugar en nuestras
vidas como creyentes. Esaú codicia lo que tiene Jacob y éste se opone a Esaú.
Los dos grandes principios están irreconciliablemente opuestos el uno al otro.)
Abdías se
centra primeramente en Esaú, que es el hombre conforme a la carne y Edom, la
orgullosa nación que procede de la carne y responde a la pregunta: "¿Por
qué aborrece Dios a Esaú? El problema que tiene Esaú, nos dice el profeta, es
el siguiente (versículo 3):
"La
soberbia de tu corazón te ha engañado a ti que habitas en las hendiduras de la
peña, en tu morada elevada; a ti que decías en tu corazón: ¿Quién me hará caer
a tierra?"
El
problema que tiene Esaú es el orgullo. El orgullo es la raíz de todos los males
humanos y el orgullo es la característica básica de lo que la Biblia llama la
carne que lucha y batalla contra el Espíritu. La carne es un principio que se
opone a los propósitos de Dios en la vida humana y desafía continuamente lo que
Dios está intentando llevar a cabo. Si somos cristianos todos nosotros luchamos
en nuestro interior contra ello y su característica básica se revela aquí como
el orgullo. Esa es la principal señal de la carne.
Proverbios
6:16 dice: "Seis cosas aborrece Jehová y aún siete abomina su alma. Una
mirada orgullosa y todo lo demás que aparece después de una variación del
orgullo. Todos los que se apresuran tras el mal, el que difunde mentiras, el
que levanta falso testimonio y siembra la discordia entre hermanos, todas estas
cosas son manifestaciones de ese único mal básico, el orgullo. Esta es la
naturaleza satánica, que fue implantada en la raza humana; todos los que han
nacido de Adán poseen esta desviación congénita del orgullo, el ego
independiente que todo lo evalúa en términos de su importancia o su falta de
importancia para la persona. El universo gira alrededor del yo, de ese dios
rival y eso es orgullo. Eso es Esaú y es Edom. Puede manifestarse en nuestras
vidas de mil manera diferentes, pero hallará usted algunas expresiones comunes
de ello en este libro de Abdías.
Una de
las maneras de expresarse es por medio de la autosuficiencia (versículos 3,4):
"...a
ti que decías en tu corazón ¿Quién me hará caer? Aunque remontes vuelo como
águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender, dice
Jehová."
Aquí
tenemos el caso de un hombre que dice: "Nadie puede tocarme. ¿Quién se va
a meter conmigo? Ya he trazado todos mis planes y puedo ir adelante con lo que
me había propuesto hacer. Esta actitud de habilidad autosuficiente es una señal
de orgullo y el Señor dice que: "aunque remontes vuelo como águila y entre
las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender.
La
referencia en este libro a "a ti que habitas en las hendiduras de la peña
es una referencia muy literal a la nación de Edom. Si ha tenido usted el
privilegio de visitar Tierra Santa, puede que haya estado usted en la región
del Negev y haya visitado la ciudad de Petra, la ciudad rosada de los muertos.
A esta asombrosa ciudad se puede llegar a través de enormes fisuras de una
milla o más a través de la roca, por un estrecho desfiladero de poca anchura
que lleva al visitante a un lugar abierto donde habían sido tallados templos de
la roca viva, gigantescos templos con puertas de unos 12 ó 15 metros de altura
y esa era la capital de Edom. Esa era la antigua ciudad, cuyas gentes creían
que debido a que poseían estas defensas naturales eran inexpugnables. Por lo
que su corazón se llenó de orgullo y, como dice el Señor hablando por boca del
profeta, se dejaron engañar por el orgullo de su corazón, pensando que no había
nada que les pudiese derrotar, pero Dios dijo que serían derrotados. Justo unos
cuantos años después del día del Señor, los romanos llegaron y destruyeron las
ciudades de Edom y se apoderaron de esta fortaleza inexpugnable y desde
entonces ha estado en ruinas.
Esta
clase de autosuficiencia es perfectamente evidente en el hombre que dice:
"no necesito a Dios. Puedo ocuparme de mi propia vida sin Dios, gracias a
mi propia sabiduría, mi propia fuerza, mis habilidades y mis talentos, y con
eso me basta. Eso es todo cuanto necesito para tener éxito en la vida. Pero la
autosuficiencia también se encuentra en el cristiano que dice: "bueno,
necesito a Dios, sí, le necesito en momentos de peligro, de temor y de presión,
pero soy perfectamente capaz, muchas gracias, de tomar mis propias decisiones
con respecto a la muchacha con la que me voy a casar o la carrera que voy a
estudiar o los amigos que voy a tener o el coche que me voy a comprar o
cualquier cosa por el estilo. Es el mismo espíritu de autosuficiencia, ¿no es
cierto?
Lo que
caracterizaba al Señor Jesucristo y le destacaba como continuamente opuesto al
espíritu de autosuficiencia era su absoluta dependencia del Padre. Nosotros los
cristianos tenemos que aprender que si hay algún aspecto de nuestra vida en el
que creemos que nos las podemos arreglar sin Dios, es precisamente en ese
aspecto en el que estamos manifestado la carne, el orgullo de Edom. Cuando
entra usted en su despacho el Lunes por la mañana y el domingo ha sido usted un
estupendo cristiano y lo mismo durante todo el fin de semana, pero al llegar el
Lunes por la mañana dice usted: "Ahora soy yo el que manda. Se exactamente
lo que hay que hacer aquí, no necesito la Biblia ni a Dios, no necesito que mi
religión me ayude aquí, se cómo funciona exactamente este negocio está usted
manifestando el mismo espíritu de Edom, el espíritu de autosuficiencia. Los
cristianos viven muchos aspectos de su vida como si Dios estuviese muerto, y
aunque creen en él, viven como si de hecho estuviese muerto, sin el menor
sentido de dependencia en su sabiduría y en su fortaleza.
Encontramos
también otra forma del orgullo en este breve libro (en el versículo 10):
"Por
la violencia hecha a tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza, y serás
destruido para siempre."
La
violencia es una forma de orgullo, el hombre que pega a su mujer, el niño al
que le han pegado palizas, un bebé al que le han rotos los huesos y que ha
sufrido daños internos. ¿Qué hay tras la violencia del corazón humano? Una
personalidad que no se ha quebrantado, un espíritu mimado y cobarde. El orgullo
gira solamente alrededor del ego y ataca a todo lo que desafía su reino supremo
en la vida. He estado en un hogar cristiano y he visto a una mujer con los ojos
amoratados y con cardenales en las piernas y brazos porque su esposo cristiano,
que era un maestro de escuela dominical, le había pegado una paliza. ¿De dónde
procede esta violencia? Es de Edom, es el orgullo de la carne.
He aquí
otra forma del orgullo (en el versículo 11):
"En
el día cuando te pusiste firme del lado contrario, en el día cuando su poderío
fue llevado cautivo por los extraños, y los extranjeros llegaron hasta sus
puertas, y echaron suertes por Jerusalén, tú también te comportaste como uno de
ellos. [Te limitaste a observar.]"
La
indiferencia es una forma de orgullo y creo que esta es una de las principales
causas de las dificultades matrimoniales. En la interminable cantidad de
personas que vienen a verme por problemas en su matrimonio, casi de manera
inevitable, en algún momento de la conversación oigo la siguiente queja:
"Es que actúa con indiferencia. Le traigo sin cuidado y me ignora. O
"es que mi mujer no me hace ningún caso, no se interesa en las cosas que
yo me intereso. ¿No resulta extraño que estas cosas sucedan en hogares
cristianos? Y qué pronto se produce esta situación después del noviazgo.
Durante el noviazgo se dicen: "¿en qué estás pensando? Dime lo que te
gusta. Pero tan pronto como contraen matrimonio, la conversación es: "¿dónde
está la cena? ¿Dónde está el periódico? ¿Qué hay en la tele? Y el interés es
totalmente diferente. ¿Por qué? Pues porque esta obrando Esaú, por eso. La
fuerza en la vida humana que Dios detesta es la de Esaú.
Hay otra
forma de orgullo acerca de la cual leemos en Abdías (versículos 12, 13):
"No
debiste haberte quedado mirando a tu hermano en su día trágico, en el día de su
desgracia. No debiste alegrarte de los hijos de Judá en el día de su ruina. No
debiste extralimitarte con tu boca en el día de la angustia. No debiste entrar
por la puerta de mi pueblo en el día de su ruina. Tampoco debiste mirar su
miseria en el día de su ruina. No debiste echar mano de sus bienes en el día de
su ruina."
Dios
acusa a Edom de cometer el pecado de gozarse maliciosamente como una
manifestación de este problema básico del orgullo. Fíjese con cuanta frecuencia
se oye decir esto a los niños que todavía no han aprendido a ocultar lo que
sienten con esa sutil capa de educación: "sí, sí, sí, te lo tenías
merecido. ¿Ha dicho usted eso alguna vez acerca de alguien? "Te lo has
buscado. Se estaba usted gozando maliciosamente. A veces los adultos aprenden a
diferenciar, pero de vez en cuando se pone de manifiesto. Se entera usted de
que el jefe está enfermo y dice usted: "Nada trivial, espero. ¿Qué dice
usted cuando alguien ha fracasado y usted se ha enterado? ¿Dice usted alguna
vez: "ya te lo había dicho. Sabía que pasaría eso, lo he estado esperando
todo el tiempo? Esa es una forma maliciosa de disfrutar. Recuerdo haber leído acerca
de un hipocondriaco que hizo que escribiesen en la piedra de su sepultura las
palabras "ya le dije que estaba enfermo.
¿Qué es
lo que causa esto? ¿Por qué nos gusta regodearnos en la desgracia ajena? ¿Qué
se oculta tras este perverso deleite en el fracaso o en las faltas de otros? Es
Esaú manifestándose en nosotros. La carne lucha contra el espíritu y el
espíritu contra la carne. En nuestro orgullo y falta de interés no nos importa
lo que les pase a los demás, siempre que a nosotros nos vaya todo bien.
Otra de
las manifestaciones del orgullo es la explotación (versículo 14):
"Tampoco
debiste ponerte en las encrucijadas de los caminos para aniquilar a sus
fugitivos. No debiste haber entregado a sus sobrevivientes en el día de la
desgracia."
Cuando se
produjo la calamidad, Edom se aprovechó de ello. Los edomitas se trasladaron y
vivieron entre el pueblo, al que habían capturado, aprovechándose del hecho de
que eran fugitivos, y usaron sus problemas y su desgracia para su propio
beneficio. Entregaron a los supervivientes en el día de la desgracia de Israel
y se aprovecharon injustamente. Dios lo odia cuando usamos la debilidad o la
mala suerte de otros para nuestro propio provecho.
¿Ha oído
usted decir alguna vez: "tenía un contratista que me hizo una oferta sobre
un trabajo que quería que me hiciese, pero cometió una equivocación por lo que
ha perdido parte de su valor, así que voy a obligarle a cumplir porque después
de todo yo tengo el contrato. El lo ha firmado y voy a obligarle a cumplirlo?
Eso es aprovecharse de que otra persona haya cometido una equivocación, pero
nos encontramos con demasiada facilidad con esta situación cuando pasa algo
así. Y reaccionamos diciendo: "pues mala suerte, el que la hace la paga.
Intentamos meternos y aprovecharnos de la desgracia de otro.
Usted
dirá "yo nunca haría una cosa así. Pero ¿cuántos de ustedes andan buscando
una antigua moneda o una silla muy antigua o que alguna viuda venda los palos
de golf de su marido sin saber el valor que tienen? ¡Vaya una oportunidad! Lo
que hay que hacer es sacarle provecho.
Esta es
solo una lista parcial de la manera de hacer las cosas Esaú, el hombre al que
Dios abomina, pero lo peor de todo, la tragedia de Esaú, se encuentra en el
versículo 3, donde Dios dice:
"La
soberbia de tu corazón te ha engañado... Así es como eres, pero no lo sabes.
Ciego ante tus propios problemas, sigues adelante pensando que todo va bien,
pero de repente todo se viene abajo, de la misma manera que le sucedió aquí a
Edom (versículos 6, 7):
"¡Cómo
fue saqueado Esaú; sus tesoros escondidos fueron saqueados! Hasta la frontera
te arrojaron tus propios aliados. Los que comían de tu pan te han puesto
trampa. ¡No hay en él discernimiento!"
Eso es lo
terrible de la soberbia, que nos atrapa y nos engaña, además de despojarnos,
sin que nos demos cuenta hasta que es demasiado tiempo. Seguimos a trompicones,
guiados por nuestro orgullo, arrogancia y vanidad y creemos que nos está yendo
estupendamente. El resto de las personas se dan cuenta de lo que nos está
pasando, pero nosotros no nos damos cuenta de que estamos cavando nuestra
propia tumba, hasta que se cierne la desgracia sobre nosotros y entonces de
repente queda a la vista.
¿Se
acuerda usted del relato de la ropa nueva del Emperador? El Emperador anunció
por todo su reino, buscando a un sastre que le pudiera hacer un traje que le
sentase realmente bien, vino un hombre y le dijo que él le haría el mejor traje
que jamás había hecho. Compró la tela necesaria y se la enseñó al emperador,
pero el problema consistía en que allí no había nada. "¿Sabe una cosa?
Esta tela posee una cualidad extraordinaria. Solo los puros de espíritu pueden
verla. Si hay engaño en su corazón, no podrá usted ver esta tela, pero si su
corazón es puro, entonces podrá verla. Pero estoy seguro de que usted la ve ¿no
es cierto? ¡El emperador no veía nada, pero movió afirmativamente la cabeza y
dijo: "¡Qué tela tan preciosa! Qué tela tan estupenda, es exactamente lo
que estaba buscando. De modo que aquel hombre le hizo un traje con aquella tela
y fue y se la puso y el pobre emperador se encontró desnudo, imaginándose que
llevaba puesto un traje. Entonces llamó a sus cortesanos para que le admirasen
(y como es natural les habló de la calidad tan especial de aquella tema) y
también ellos dijeron: "Caramba, ¡qué traje tan estupendo!
Nadie
estaba dispuesto a admitir que no podía ver nada hasta que el emperador, guiado
por su orgullo y vanidad, decidió salir a las calles de la ciudad para que todo
el mundo le pudiese ver. Allá iba aquel pobre ignorante, paseando su desnudez y
toda la ciudad admirándole, menos un niño pequeño que poniendo en pie le dijo:
"pero si el emperador no lleva nada puesto.
¿Qué se
puede hacer al respecto? Esa es la situación en la que nos encontramos, ¿no es
así? Todos tenemos el problema de la carne en nuestro interior. Pero ese no es
el final de la historia (versículos 15, 16):
"Cercano
está el día de Jehová sobre todas las naciones. Como tú hiciste, se hará
contigo; tu retribución volverá sobre tu cabeza. Porque como bebisteis en mi
santo monte, beberán todas las naciones de alrededor. Beberán ruidosamente y
quedarán como si nunca hubiesen existido."
En otras
palabras, Dios ha determinado el juicio sobre Edom y es imposible escapar a él.
¿Le suena eso a destrucción? Pues lo es, para Esaú. No hay esperanza para Esaú,
no hay salida. Esaú no puede de ninguna manera escapar al juicio de Dios porque
siempre está contra él. Uno de los nietos de Esaú era un hombre que se llamaba
Amalec, que se opuso a los israelitas cuando estos iban de camino a Canaan. En
Exodo 17:14-16 se cuenta que Dios le dijo a Moisés: "yo borraré del todo
la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés dice: "Jehová tendrá
guerra contra Amalec de generación en generación. Eso es lo que está diciendo
Dios con respecto a la carne, que nunca hará las paces con ella.
Pero el
día de triunfo es para Jacob (versículos 17, 18):
"Pero
en el monte de Sion estarán los libertados [el monte de Sion es Jerusalén o
Jacob], y será santo. La casa de Jacob poseerá las posesiones de ellos. La casa
de Jacob será fuego y la casa de José será llama. La casa de Edom será estopa y
ellos los quemarán y los consumirán. Ni un solo sobreviviente quedará de la
casa de Esaú, porque Jehová lo ha dicho."
Y
finalmente (e nel versículo 21):
"Subirán
victoriosos desde el monte Sion para juzgar la región montañosa de Esaú. ¡Y el
reino será de Jehová!"
Podemos
decir que esta es la crueldad de Dios, que se ha empeñado en su corazón en
destruir a Esaú. Después de todo, esa es toda la historia de la venida del
Espíritu Santo para morar en el corazón humano, ha venido con el fin de
destruir a Esaú y todas estas características de la carne. El las destruirá en
todos los que le pertenezcan y hará que Jacob reciba la herencia completa de
todas sus posesiones y el arma que usa es el juicio de la cruz.
¿No
resulta interesante que al llegar al Nuevo Testamento nos encontremos con estos
dos mismos principios personificados en dos personas que se encuentran cara a
cara en las páginas de los Evangelios. Durante la última semana de los
sufrimientos con los que se tuvo que enfrentar nuestro Señor, se halla ante la
presencia de Herodes. Se nos dice que Herodes era idumeo, que es otra manera de
decir Edom, es decir es un edomita.
Jesús está ante Herodes; el representante de
Jacob y el representante de Esaú se encuentran cara a cara.
Herodes el edomita,
orgulloso, arrogante y rebelde, contempla la cruel burla de los soldados
mientras desnudan al Señor y le ponen las vestiduras reales. El escritor del
Evangelio dice que Herodes le hizo un montón de preguntas, pero no hay
respuesta para el hijo de Esaú del hijo de Jacob. No tiene nada que discutir
con él. No puede haber compromiso porque Dios no tiene nada que decirle a la
carne, nada a parte del juicio.
¿Y cuál
es el tema definitivo de este relato? El prisionero tuvo que ir a la cruz y al
sepulcro y de él salió el rey, pero el Rey Herodes acabó cayendo en desgracia,
en el exilio y, finalmente, en una tumba en un país extranjero. Más allá de
eso, es un prisionero, encadenado por su propia culpa y lo está eternamente.
¿Cuál de
estos dos es usted? ¿Es usted un rey o un prisionero? ¿Es Esaú o es Jacob el
que gobierna? ¿Sabe usted algo acerca de esta cruz despiadada que le niega a
usted el derecho a la autosuficiencia, al estilo propio, a la ventaja personal,
a la propia explotación, a todas estas cosas, negándole la indiferencia, al
placer maligno o el fariseismo? ¿Ha aprendido usted a tomar posesión de sus
posesiones, como tenía la intención de hacer Jacob, para que el reino, el reino
de su vida, le pertenezca al Señor? ¿O sigue usted siendo prisionero, como
Herodes, creyendo ser libre, de un trono de autoridad, pero a pesar de ello
sigue usted atado a las cadenas indestructibles por el hecho de que se niega
usted a pasar por la muerte que le libera?
Nº de
Catálogo 231
Abdías
15 de
Mayo, 1966
Trigesimoprimer
Mensaje
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